Canção dedicada a Hugo Rafael Chávez Frías pela banda espanhola, SKA-P
«Entre miseria, hambre y desolación, en el fango alguien plantó
una flor
un tal Bolívar, le dicen El Libertador, El Libertador
Gritos de justicia, tierra y libertad vuelven a resonar en
Sudamérica
Ha comenzado una nueva revolución y esta vez avanza con convicción
Reforma agraria y justa redistribución, sanidad, cultura y
buena educación
respeto y dignidad al indígena, al indígena
Socializar y ¡¡NO A LA PRIVATIZACIÓN!!, mejoras laborales "pal"
trabajador
lo que la tierra ofrece es de la población, contra la oligarquía y el explotador
Una guerra de medios manipula la verdad
Enséñale los dientes a la cara al Tío Sam
sin dar un paso atrás.
ADELANTE COMANDANTE, PONTE AL FRENTE CON HONESTIDAD
COMIENZA A AMANECER EN LATINOAMÉRICA
PASO FIRME HACIA DELANTE, PISA FUERTE CON ROTUNDIDAD
CUANDO UN PUEBLO SE SABE ORGANIZAR
ES UN PUEBLO SABIO Y LIBRE
Oh oh oh oh! Lejos de la perfección
se avanza al caminar cuando se tiene ilusión
Una guerra de medios manipula la verdad...
ADELANTE COMANDANTE, PONTE AL FRENTE CON HONESTIDAD...
Oh oh oh oh! Aires de rebelión en Latinoamérica
Oh oh oh oh! Tiempo de transición en toda América
ADELANTE COMANDANTE, PONTE AL FRENTE, COMANDANTE
OH OH OH! DE LATINOAMÉRICA
PASO FIRME HACIA DELANTE, PISA FUERTE, COMANDANTE
OH OH OH! EN LATINOAMÉRICA»
segunda-feira, 27 de maio de 2013
LA NOTICIA DE LA SEMANA
Mais um texto de Carola Chávez.
«La noticia de la semana
Esta semana Iraq seguía ensangrentada por una guerra que se inventó con grandes titulares y que,10 años después, sigue matando en silencio. Mientras, en Siria, donde se cocina una nueva mortífera invasión humanitaria, fueron capturados 5 militares israelies junto a mercenarios disfrazados de rebeldes, que intentan derrocar al gobierno para entregar al país a la mano extranjera que los alimenta. A todas estas, “Nobel de la paz” Obama, calla y otorga el permiso para la alimentación forzosa de los rehenes que mantiene en el campo de concentración de Guantánamo, que se empeñan, quién sabe por qué, a hacer una huelga de hambre reclamando quién sabe qué. Y como una cosa lleva a la otra, Barack recuerda Afganistán y justifica el uso de drones para llevar la libertad a los afganos, liberándolos de la vida, convirtiéndolos en daños colaterales. Drones que cuestan un realero y tienen problemas presupuestarios, por lo que cerraron, esta misma semana, 50 escuelas en la ciudad de Chicago. Pero tranquilos, son escuelas en barrios de negros e hispanos, que, de todos modos, serán un día carne de cañón, digamos, daños colaterales internos. Eso, usted no lo vio en CNN, ni en el Washington Post. En Europa, El fantasma de franquismo recorre España desmontando a patadas el estado de bienestar que tan poquito les duró. 526 embargos hipotecarios al día, suicidios, daños colaterales de la avaricia financiera. Dos periodistas golpeados y detenidos por fotografiar protestas. Ojos que no ven... Saca España el pan de la boca del español hambriento y lo convierte apoyo a mercenarios en Siria… Otra vez Siria… Emigran, huyendo del 56% de desempleo, miles de jóvenes españoles a Londres, donde hay recortes, impuestos y xenofobia, pero también trabajo de ayudante de cocina. Y sus madres en un kiosco de Madrid, comentan la creciente pancita de la princesa inglesa en la portada ¡Hola|, revista de los ricos para un pueblo oprimido que todavía cree en cuentos de hadas. Junto a ¡Hola!, los periódicos del mundo, a modo de consuelo comparativo traído por los pelos, titulan en letrotas negras la noticia de la semana: Escasea el papel de baño en Venezuela. Suspira su alivio el mundo libre: Sin techo, sin trabajo, sin pan, pero, eso sí, con el culo limpio.»
FONTE: Como te iba contando
«La noticia de la semana
Esta semana Iraq seguía ensangrentada por una guerra que se inventó con grandes titulares y que,10 años después, sigue matando en silencio. Mientras, en Siria, donde se cocina una nueva mortífera invasión humanitaria, fueron capturados 5 militares israelies junto a mercenarios disfrazados de rebeldes, que intentan derrocar al gobierno para entregar al país a la mano extranjera que los alimenta. A todas estas, “Nobel de la paz” Obama, calla y otorga el permiso para la alimentación forzosa de los rehenes que mantiene en el campo de concentración de Guantánamo, que se empeñan, quién sabe por qué, a hacer una huelga de hambre reclamando quién sabe qué. Y como una cosa lleva a la otra, Barack recuerda Afganistán y justifica el uso de drones para llevar la libertad a los afganos, liberándolos de la vida, convirtiéndolos en daños colaterales. Drones que cuestan un realero y tienen problemas presupuestarios, por lo que cerraron, esta misma semana, 50 escuelas en la ciudad de Chicago. Pero tranquilos, son escuelas en barrios de negros e hispanos, que, de todos modos, serán un día carne de cañón, digamos, daños colaterales internos. Eso, usted no lo vio en CNN, ni en el Washington Post. En Europa, El fantasma de franquismo recorre España desmontando a patadas el estado de bienestar que tan poquito les duró. 526 embargos hipotecarios al día, suicidios, daños colaterales de la avaricia financiera. Dos periodistas golpeados y detenidos por fotografiar protestas. Ojos que no ven... Saca España el pan de la boca del español hambriento y lo convierte apoyo a mercenarios en Siria… Otra vez Siria… Emigran, huyendo del 56% de desempleo, miles de jóvenes españoles a Londres, donde hay recortes, impuestos y xenofobia, pero también trabajo de ayudante de cocina. Y sus madres en un kiosco de Madrid, comentan la creciente pancita de la princesa inglesa en la portada ¡Hola|, revista de los ricos para un pueblo oprimido que todavía cree en cuentos de hadas. Junto a ¡Hola!, los periódicos del mundo, a modo de consuelo comparativo traído por los pelos, titulan en letrotas negras la noticia de la semana: Escasea el papel de baño en Venezuela. Suspira su alivio el mundo libre: Sin techo, sin trabajo, sin pan, pero, eso sí, con el culo limpio.»
FONTE: Como te iba contando
domingo, 26 de maio de 2013
O PRONTO-A-VESTIR ...
«... DA LUTA DE CLASSES
Martim Neves é um miúdo de 16 anos. Aos 15 anos, desenhava umas roupas e resolveu fazer-se à vida. Pediu a "às raparigas mais giras" da escola para as usarem e assim promover o seu trabalho. Depois a coisa correu bem e acabou por pedir a uma fábrica que o fizesse. Já exporta o que faz. Até aqui, o Martim só merecia aplauso. Até aqui e depois disto. Porque a única coisa que vi no "Prós & Contras" de segunda-feira foi um miúdo empenhado, com genica, a querer viver da sua criatividade e do seu trabalho. Não vi um chico esperto, um arrivista, alguém que espezinha os outros para subir na vida. Vi alguém que quer fazer o que gosta e faz por isso. Nada sei sobre ele. Ninguém ali sabia. Logo, o que interessa é o que se viu: um miúdo articulado, despachado, esperto e empenhado.
A historiadora Raquel Varela (que, para que fique a declaração de interesses, conheço há uns bons anos e de quem, apesar de muitas e antigas divergências políticas, gosto muito pessoalmente) achou que aquele era o momento ideal para explicar os fundamentos da exploração. Perguntou se ele sabia quanto recebiam os trabalhadores chineses que lhe faziam a roupa. Azar: a roupa era feita numa fábrica portuguesa. Depois perguntou se ele sabia quanto ganhavam os trabalhadores que as faziam, pois nas fábricas portuguesas recebe-se o salário mínimo, que, verdade indesmentível, não dá para viver com dignidade. Ele respondeu: ao menos os trabalhadores que ganham o salário mínimo não estão no desemprego. A coisa espalhou-se pelas redes sociais e o rapaz tornou-se em assunto de debate.
Com esta frase, Martim Neves, sem o saber (ou sabendo, é indiferente), atirou por terra tudo que Raquel Varela tivesse para dizer. Porque a historiadora não tinha razão? Porque o salário mínimo dá para viver? Nada disso. Raquel Varela tinha toda a razão, mas a isso já vou. Mas porque o facto de ter razão não invalida que o que Martim disse seja igualmente verdade. É mesmo melhor pouco que nada. Não é preciso fazer grande teoria sobre o assunto, porque se trata de puro bom-senso. Ter nada não é o mesmo que ter pouco. Por isso mesmo se defende a existência de um salário mínimo e todas as pessoas normais se batem pelo subsídio de desemprego. Se fosse o mesmo, nem uma nem outra coisa fariam qualquer sentido. Se não fosse melhor receber o salário mínimo do que estar desempregado a esquerda não tinha passado décadas a bater-se pelo salário mínimo. Quer é que ele seja maior.
O problema de Raquel Varela foi ter escolhido a pessoa errada para ilustrar o seu ponto de vista. Foi ter procurado num miúdo de 16 anos, com iniciativa, que não é dono de fábrica nenhuma e que em nenhum momento defendeu que o salário mínimo era decente, mais um exemplo da luta de classes. Foi, como muitas vezes acontece à esquerda (e à direita), usar a ideologia, não como o enquadramento para a sua ação política, mas como um pronto-a-vestir. Simplificou de tal forma as coisas que recebeu uma resposta igualmente simples mas muito mais eficaz.
Sim, o pouco ser melhor que nada não justifica o pouco. Porque de pouco em pouco se chega ao nada. Porque, já agora, pelo menos em Portugal, a existência do desemprego ajuda aos salários baixos. E o argumento de que mais vale pouco que nada faz o resto. Não porque seja falso. Funciona exatamente por ser verdadeiro. Se fosse falso, ninguém aceitaria pouco e preferia ficar com nada.
Cabe à política, através, por exemplo, de um salário mínimo decente, de um subsídio de desemprego que não obrigue as pessoas a aceitar trabalho quase escravo, de um Estado Social que garanta a dignidade, de uma política que promova o trabalho qualificado, impedir que esta verdade se transforme numa chantagem. Nada disto é posto em causa pelas roupas do Martim. Nem pelo facto de ter entregue as suas roupas a uma fábrica e com isso ter ajudado, à sua dimensão, a economia. Aquela que produz bens que nós compramos. Coisa que Raquel Varela quase tratou como uma forma de cumplicidade de um adolescente com a política de salários baixos. Nem sequer a sua frase, que corresponde a uma evidência, é um problema. O problema, e disso o Martim não tem qualquer culpa, é a política que usa esta verdade para aniquilar a dignidade das pessoas. O mundo estar cheio de verdades cruéis não nos impede de, como comunidade, impor outras verdades que as combatam.
O problema de alguma esquerda, que desvaloriza o papel social do Estado e o reformismo de que o garantiu, é que depois se vê obrigada a encontrar em cada demonstração de ambição pessoal mais um exemplo da luta de classes, única explicação para toda a realidade. Porque não há lugar para meios-termos, não há diferença entre o Martim e o dono da cadeia de supermercados que tem lucros gigantescos enquanto mantém os seus trabalhadores abaixo do limiar da pobreza.
O problema naquele diálogo não foi o Martim. Foi a Raquel Varela, que confundiu a consciência política e a solidariedade social, que a todos é exigida, com a falta de ambição pessoal. Que confundiu o combate ao ultraliberalismo com a censura à iniciativa privada. Que tomou um miúdo com genica por um capitalista sem escrúpulos. Que tentou aplicar o seu prefabricado ideológico na primeira coisa que lhe apareceu à frente. Que confundiu o Manuel Germano com Género Humano. Que, como acontece tantas vezes ao excesso de voluntarismo ideológico (de esquerda ou de direita, de Raquel Varela e dos que viram no Martim um exemplo para saída da crise), afastou a política da vida concreta, fazendo da vida concreta uma mera ilustração da política.
Publicado no Expresso Online»
Por Daniel Oliveira
FONTE: Arrastão
segunda-feira, 20 de maio de 2013
ALEMANHA IRRECONHECÍVEL
«“DÊEM-ME 4 ANOS E NÃO RECONHECERÃO A ALEMANHA" - Texto de Herwig Lerouge
(Como Hitler chega ao poder suspendendo a democracia, assassinando os comunistas e tendo como cúmplices os socialistas e os sociais-democratas)
Em 30 de janeiro de 1933, quando Hitler chega ao poder, começa uma era de crimes contra a humanidade, cada qual o mais horrível. Em doze anos, os nazis puseram de pé uma ditadura sanguinária, provocaram uma guerra mundial e a morte de 70 milhões de pessoas, planificaram e executaram um genocídio em escala industrial.
Na sua declaração governamental de 1 de fevereiro de 1933, Hitler prometia ao povo alemão a melhoria da situação dos trabalhadores e dos camponeses e a manutenção e consolidação da paz. «Dêem-me quatro anos e não reconhecerão a Alemanha», profetizava ele. Depois de quatro anos de guerra, a Alemanha, tal como a Europa, destruídas, tinham-se, de facto, tornado irreconhecíveis.
Perguntamo-nos como pôde o fascismo chegar ao poder na Alemanha, quem foram os responsáveis e como impedir o seu regresso. Um conhecimento científico das origens da natureza profunda do fascismo reforça o combate de hoje.
1. Um golpe de Estado legal
Em 30 de janeiro de 1933, o presidente alemão Hindenburg nomeia como Primeiro-ministro Adolf Hitler, o dirigente do Partido nacional-socialista alemão (nazi). Hindenburg tinha voltado a ser presidente em março de 1932. Os nazis propunham Hitler. O Partido do Centro apoiava o presidente em fim de mandato, o monárquico Hindenburg. O Partido Socialista alemão recusava apresentar um candidato em comum com o Partido Comunista (KPD) e apoiava Hindenburg sob a palavra de ordem: «Derrotar Hitler – votar Hindenburg». O KPD conduzia a campanha sob a palavra de ordem: «Votar Hindenburg é votar em Hitler. Votar Hitler é votar a favor da guerra». Nove meses mais tarde, o presidente Hindenburg nomeava Hitler. Nem nove anos passados, foi mesmo a guerra.
O primeiro governo de Hitler tinha apenas três nazis, entre os quais o próprio Hitler. Não chegou ao poder através de uma vitória eleitoral, nem na base de uma maioria parlamentar. Não se atrevia sequer a apresentar-se perante o Parlamento, porque era minoritário. Preferiu dissolver o Parlamento e organizar novas eleições que foram marcadas para 5 de março.
Este compasso de espera deu-lhe a oportunidade de governar cinco semanas sem controlo parlamentar. Tratou-se de um golpe de Estado legal, pois a Constituição alemã da época permitia ao Presidente dissolver o Parlamento ou suspendê-lo temporariamente.
2. Um regime de terror
Em 4 de fevereiro, Hindenburg dá uma ordem urgente que proíbe qualquer crítica ao governo, suprime a liberdade de reunião e de imprensa do Partido Comunista da Alemanha (KPD) e de outras organizações de esquerda. O KPD estava então a trabalhar na campanha eleitoral.
Em 27 de fevereiro, um anarquista holandês desequilibrado provoca o incêndio do Reichstag, o Parlamento alemão. Muitos historiadores estão convencidos de que o incêndio foi de facto provocado por um destacamento das Secções de Assalto (SA) nazis. O que se segue confirma a tese da provocação planeada. Antes de qualquer inquérito, a rádio afirma que a culpa é dos comunistas. Na mesma noite, na base de listas preparadas de antemão, mais de 10 000 comunistas, socialistas e progressistas são presos. Toda a imprensa comunista e vários jornais socialistas foram proibidos. A liberdade de imprensa e de reunião são suspensas.
Apesar desta repressão, as eleições não dão uma maioria aos nazis nem uma maioria de dois terços ao governo de coligação dirigido por Hitler. Para a obter, o governo elimina os 81 mandatos do KPD, sem que nenhum partido tivesse protestado. Nem mesmo o Partido Socialista. Ficando o assunto resolvido, o Parlamento vota uma moção de confiança e autoriza de seguida o governo de Hitler a decretar leis sem o seu consentimento. Foi de facto uma autodissolução. Os socialistas votam contra a declaração governamental, mas consideram democráticas as eleições, apesar da repressão.
Em dois anos, os nazis proibiram os partidos políticos, mataram mais de 4200 pessoas, prenderam 317 800 opositores, dos quais 218 600 foram agredidos e torturados. Em 20 de março de 1933, o comissário nazi da polícia de Munich, Himmler, criou, nas instalações de uma antiga fábrica de pólvora de Dachau, o primeiro campo de concentração destinado a prisioneiros políticos. Quarenta outros se lhe seguirão no mesmo ano.
3. Tenho milhões atrás de mim
Hitler não foi, pois, eleito democraticamente, como muitas vezes se ouve dizer. Na realidade, a decisão de nomear o chanceler tinha sido tomada algumas semanas antes, em 3 de fevereiro, na villa do banqueiro von Schröder. Até então, os grandes industriais e banqueiros tinham estado divididos a seu respeito.
Com várias repetições entre 1918 e 1923, os círculos mais à direita da classe dirigente tinham tentado, através de golpes de Estado e de uma ditadura militar (o putsch de Kapp em 1920), desembaraçar-se do sistema parlamentar, suprimir os direitos importantes adquiridos pelos trabalhadores por ocasião da revolução de novembro de 1918, para se vingarem assim do que tinham perdido. Estes círculos apoiavam-se numa parte das forças armadas e em numerosas organizações reacionárias. Uma delas, o NSDAP (Partido nacional-socialista dos trabalhadores alemães) tinha na Baviera uma inquestionável influência local. Hitler tinha sido enviado pelo exército como informador no interior deste partido, uma vez que ainda era militar. Numerosos industriais viam já nessa época no NSDAP uma das organizações que valia a pena serem apoiadas. Financiaram-no.
Os homens políticos da burguesia alemã tinham retirado lições do fracasso do putsch de Kapp de 1920 e de todas as tentativas de pôr fim à república de Weimar de modo violento. Tendo em conta a organização e a força do movimento operário alemão, não se podia encarar no futuro uma tentativa de putsch. Em 1923, o patrão siderúrgico Stinnes dizia ao embaixador americano: «É preciso encontrar um ditador que tenha o poder de fazer tudo o que é necessário. Um tal homem deve falar a língua do povo e ser ele próprio um civil; nós temos um homem assim.»
Com a crise económica de 1929, estes mesmos círculos decidiram apostar no partido de Hitler, que recebeu da sua parte um apoio acrescido. Sem os seus milhões, Hitler nunca se teria tornado tão importante. Puseram à sua disposição hangares desativados que transformaram numa versão nazi do Exército de Salvação. Podiam encontrar-se aí infelizes sem trabalho para comerem um prato de sopa e uma cama para dormir. Antes de se terem dado conta, puseram-lhes em cima um uniforme e desfilaram em passo de ganso atrás da bandeira nazi. Durante a campanha presidencial de 1932, os nazis colaram milhões de cartazes, imprimiram doze milhões de números especiais do seu sórdido jornal e organizaram 3 000 comícios. Pela primeira vez, usaram filmes e discos. Hitler utilizava um avião privado para se deslocar de um comício para outro. Em 1932, o partido nazi tinha
milhares de funcionários e só a manutenção das SA (secções de assalto) custava dois milhões de marcos por semana. Quem pagava tudo isso? Não eram certamente os desempregados que eram membros do partido nazi…
Nas eleições federais de Setembro de 1930, o NSDAP tornou-se o segundo partido, com mais de 6 milhões de votos. Os representantes mais importantes da classe dirigente opinam a favor da formação de um governo com ele. Hitler é convidado a expor as suas ideias perante os círculos de grandes capitalistas e vários deles aderem ao partido. O diretor da empresa Siemens, Carl Friedrich von Siemens, pronuncia em 27 de outubro de 1931 um discurso perante alguns dos principais membros da finança americana, para dissipar os receios que suscita uma tal subida dos nazis ao governo. Insiste sobretudo na vontade manifestada pelos nazis de erradicar o socialismo na Alemanha. A 26 de janeiro de 1932, no Düsseldorfer Industrieklub, Fritz Thyssen, o magnata da siderurgia, organiza uma conferência de Hitler perante mais de cem grandes patrões, na qual este assegura que o seu movimento vê na propriedade privada o fundamento da economia alemã e que o seu objetivo principal é erradicar o marxismo pela raiz na Alemanha.
4. Em frente depressa antes que seja tarde demais
Mas foi ainda necessário um ano, antes que os patrões confiassem a chancelaria a Hitler. Tinham medo da reação do movimento operário. Além disso, entregavam-se a violentas lutas pelo poder, cada um a querer tomar o comando da ditadura que estava para vir.
Mas, nas eleições federais de 6 de Novembro de 1932, o Partido Comunista da Alemanha aumentou fortemente a sua influência entre os trabalhadores, em detrimento do Partido Socialista, que perde cada vez mais a sua influência na classe operária. O capital teme uma sublevação revolucionária. O NSDAP perde dois milhões de votos. Se o partido sofre mais uma perda importante corre-se o risco de arruinar todas as esperanças do grande patronato. Põem no armário as suas querelas internas e decidem confiar mais rapidamente o poder ao partido de Hitler.
Em 19 de novembro, banqueiros, grandes industriais e grandes proprietários de terras pedem ao presidente Hindenburg que nomeie Hitler para a chancelaria. O encontro entre o Primeiro-ministro em exercício, von Papen, e Hitler, na villa do banqueiro von Schröder, a 4 de janeiro de 1933, selou os acordos que conduziram ao 30 de janeiro de 1933.
Alguns patrões ainda têm dúvidas sobre a capacidade de Hitler para controlar o seu movimento em marcha, inflamado pelos discursos demagógicos contra o grande capital. Mas Hitler sossega-os. Em 20 de fevereiro de 1933, recebe a alta-roda do grande capital alemão. A ala dita anticapitalista do partido, que tinha acreditado na demagogia de Hitler e pensava que os nazis tomariam também medidas contra o grande capital, foi eliminada.
Durante a noite das facas longas, em 30 de junho de 1934, Hitler manda assassinar
1 000 quadros das suas próprias secções de assalto (SA).
Foram os Thyssen, os Krupp, os Siemens e outros que determinaram a política económica de Hitler. Bastava ver a composição do Alto comité económico do governo nazi. Aí encontramos Gustav Krupp von Bohlen, rei da indústria do armamento, Fritz Thyssen, barão do aço, C. von Siemens, rei da electricidade, Karl Bosch, da indústria de corantes.
O governo de Hitler bloqueia os salários no já muito baixo nível de 1932, onde tinham estagnado por causa da crise. Os trabalhadores são privados de todos os seus direitos e ameaçados de prisão num campo de concentração se fizessem greve.
A lei nazi de 15 de maio de 1934 limita a liberdade de mudar de patrão. Foi introduzido um livrete de trabalho em fevereiro de 1935. Sem este documento, nenhum trabalhador pode ser contratado. Tal como na Bélgica do século XIX, um operário que queira ir trabalhar para outro lado pode ser impedido de o fazer pelo seu patrão se for o detentor do seu livrete de trabalho.
O fascismo levou a lógica do capitalismo ao seu pior extremo. A busca da competitividade leva a uma espiral descendente dos salários e dos direitos sociais. O fascismo levou a competitividade das fábricas alemãs a cúmulos nunca antes atingidos. Nos campos de trabalho, o custo salarial e os encargos sociais são praticamente reduzidos a zero. Entre as empresas que rivalizavam para obter a maior quantidade possível de mão-de-obra proveniente dos campos de concentração, encontra-se a nata do grande capital. Para poupar nos custos de transporte, várias fábricas construíram as suas instalações nos
arredores mais próximos do campo.
O problema do desemprego resolve-se enviando uma parte dos desempregados para o exército, uma outra para as fábricas de armamento. As duas partes são assim obrigadas a preparar a sua própria morte e a de dezenas de milhões de outros.
5. Uma catástrofe evitável
Falar da «facilidade» com que o fascismo conquistou a vitória em 1933 é falso. O combate que a classe operária da Alemanha travou contra a extrema-direita em marcha durou quinze anos, antes que a ditadura fascista conseguisse ser instaurada; nesta luta, dezenas de milhares de operários perderam a vida debaixo das balas do inimigo e se, finalmente, eles não conseguiram impedir o estabelecimento da ditadura fascista, não foi pela superioridade do fascismo, mas apenas porque a ação dos trabalhadores foi paralisada por alguns dos seus dirigentes. Segundo o grande historiador alemão Kurt Gossweiller, especialista em fascismo, esta catástrofe poderia ter sido travada, mas apenas pelo movimento operário numa frente unida, pelo combate de massas unido de todos os antifascistas, inclusive por lutas extraparlamentares.
O Partido Comunista Alemão era a única força política a opor ao fascismo uma hostilidade irreconciliável. Sem dúvida que ele subestimou o perigo durante demasiado tempo mas, assim que tomou consciência dele, foi o primeiro a mobilizar todos os meios e todas as forças necessárias para impedir a tomada de poder pelos fascistas. Mas não foi suficientemente forte para sublevar sozinho os trabalhadores, sem e contra a direção socialista. Sem dúvida que poderia ter feito mais esforços e mais cedo para criar uma frente com os trabalhadores socialistas. Mas é muitíssimo duvidoso que a resposta do Partido Socialista a este esforço tivesse sido positiva.
No período de preparação da ditadura fascista, os dirigentes da ala direita da social-democracia desempenharam um papel muito negativo. A classe operária precipitou-se numa miséria indescritível. O governo do socialista Müller pôs em prática, desde o começo da crise de 1929, uma política antioperária e pró-capitalista draconiana: em 1929, os capitalistas obtêm 1,37 mil milhões de marcos de diminuição de impostos. Os impostos (sobretudo os indiretos) e as taxas que atingem a massa da população aumentam: as taxas sobre os produtos de primeira necessidade aumentam 2 mil milhões de marcos em 1929.
Este governo votou um plano que suprime ou diminui os subsídios de desemprego para 1,2 milhões de desempregados. O número dos excluídos dos subsídios de desemprego aumenta de 500 000, em 1927, para mais de um milhão, em 1930. Em janeiro de 1930, 80% dos sem-trabalho beneficiam de subsídio de desemprego. Em dezembro do mesmo ano, não serão mais de 57%.
6. De «mal menor» em «mal menor» até Hitler
Em março de 1930, a direita faz excluir os socialistas do governo nacional. Chega o governo de Brüning do Partido do centro, que faz do «saneamento das finanças públicas» o ponto principal do seu programa. Em nome do «mal menor», quer dizer, para «evitar o fascismo», a social-democracia abandona a sua oposição parlamentar ao governo Brüning. Decide «tolerar» o governo e votar contra qualquer moção de censura no parlamento. Em novembro de 1931, o governo decide mesmo uma diminuição de 10 a 15% dos salários, a anulação dos contratos coletivos existentes, o retorno dos salários ao nível de 10 de janeiro de 1927, a supressão do direito à greve, a diminuição dos subsídios sociais e o aumento dos descontos, o adiamento por um ano das eleições sociais e a proclamação do estado de exceção. Na prática, estes decretos significavam uma diminuição real dos salários de 27 a 29% e conduziam praticamente à supressão dos direitos democráticos dos trabalhadores. Enquanto denunciava isto na sua imprensa, o PSA permite, com a abstenção dos seus deputados, o voto a favor desta legislação.
Os dirigentes socialistas atacam mais os comunistas que os fascistas. No 1º de maio de 1929, o chefe da polícia de Berlim, socialista, proíbe as manifestações e dá ordem de fogo contra os 200 000 operários que, mesmo assim, se manifestavam. Mata 33 manifestantes.
Proíbe o jornal do KPD e, a 3 de maio, o ministro socialista do Interior da Prússia proíbe a Frente vermelha de combatentes, a organização de autodefesa antifascista do KPD.
Ao longo de 1930, mais de 80 antifascistas são assassinados pelas SA, as tropas de choque nazis. Um clima de violência alastra a toda a Alemanha. Mas Hitler faz o papel do governante respeitável, respeitador da legalidade. O PSA está quase a acreditar nisso. O jornal socialista Vorwärts de 3 de dezembro de 1931 escrevia: «Se estivéssemos seguros de que uma vez no poder os nacional-socialistas cumpririam as regras do jogo democrático que eles afirmam cumprir para chegar ao poder, então estaríamos dispostos a deixá-los entrar no governo e o mais depressa possível.»
Mesmo face à ameaça direta do fascismo, recusaram aliar-se aos comunistas. Quando em maio de 1932 a direita no poder em Berlim destituiu o governo socialista minoritário da Prússia, o único governo regional socialista que sobrava, a direção do PSA protestou verbalmente, mas submeteu-se. Classificou como «provocação» a proposta comunista de apelar em conjunto à greve geral.
Apesar disso, a direita e os fascistas não tinham forças para afrontar uma resistência ativa do PSA, da sua organização de luta Reichsbanner, do sindicato, do KPD e da FRC. Julho de 1932 era provavelmente a última hipótese de impedir o fascismo de chegar ao poder. O nazi Goebbels dizia nesse momento: «Os vermelhos deixaram passar a grande ocasião. Ela não se repetirá.»
Em 30 de janeiro de 1933, os dirigentes socialistas rejeitam de novo a oferta de greve geral do KPD. Enquanto Hitler «não violasse a constituição», eles não queriam entrar na luta.
Era preciso esperar pelas eleições de 5 de março. Mesmo o terror contra os comunistas e alguns socialistas, depois do incêndio do Reichstag, não mudou a sua posição. Ainda em março de 1933, o chefe dos sindicatos socialistas, Leipart, oferece a sua colaboração a Hitler. «Os sindicatos estão prontos… a entrar em colaboração permanente com as organizações patronais. O controlo pelo Estado (fascista) de tal colaboração poderia, em certas circunstâncias, aumentar o seu valor e facilitar o seu funcionamento…», disse ele.
No 1º de maio de 1933, os nazis e os patrões apelam aos operários a que participem em massa nas manifestações organizadas pelo regime. Os dirigentes sindicais bebem o cálice da vergonha até ao fim e juntam-se a este apelo. Isso não lhes serve de nada. No dia seguinte, os principais dirigentes sindicais são presos e os bens dos seus sindicatos confiscados.
Mas o PSA vai ainda mais longe. Em 17 de maio, os deputados social-democratas votam a favor da «revolução pacífica» de Hitler no Reichstag. Tratava-se da exigência de revisão do tratado de Versalhes, com o objetivo de levantar qualquer barreira aos projetos expansionistas alemãs. Este servilismo também não beneficia em nada o PSA. Um considerável número de funcionários socialistas e sindicais, entre os quais o tristemente célebre ministro do Interior da Prússia, Severing, não hesitam em passar-se para os nazis.
Em 1935, Georges Dimitrov, o dirigente da Internacional comunista dirá: «A vitória do fascismo era inevitável na Alemanha? Não, a classe operária alemã podia esconjurá-la. Mas, para isso, ela devia ter obrigado os chefes da social-democracia a terminar a sua campanha contra os comunistas e aceitar as repetidas propostas do Partido Comunista sobre a unidade na ação contra o fascismo. Deveria ter respondido em favor de uma verdadeira luta de massas que teria entravado os planos fascistas da burguesia alemã.»
Para saber mais sobre as origens do fascismo, sobre as forças que o levaram ao poder, sobre a resistência, eis algumas fontes:
. Kurt Gossweiler, « Hitler, l’irrésistible ascension ? [Hitler, a ascensão irresistível ?(NT)]», Études marxistes, 67-68/2004.
. Kurt Gossweiler, « L’économie allemande en 1933-1934 : De la crise mondiale au redressement [A economia alemã em 1933-1934 : Da crise mundial à recuperação(NT)] », Études marxistes, 65/2006.
. Herwig Lerouge, « Sans la trahison du parti socialiste allemand, le fascisme n’aurait jamais triomphé en Allemagne [Sem a traição do partido socialista alemão, o fascismo jamais teria triunfado na Alemanha (NT)] », Études marxistes, 15/1992.
(Como Hitler chega ao poder suspendendo a democracia, assassinando os comunistas e tendo como cúmplices os socialistas e os sociais-democratas)
Em 30 de janeiro de 1933, quando Hitler chega ao poder, começa uma era de crimes contra a humanidade, cada qual o mais horrível. Em doze anos, os nazis puseram de pé uma ditadura sanguinária, provocaram uma guerra mundial e a morte de 70 milhões de pessoas, planificaram e executaram um genocídio em escala industrial.
Na sua declaração governamental de 1 de fevereiro de 1933, Hitler prometia ao povo alemão a melhoria da situação dos trabalhadores e dos camponeses e a manutenção e consolidação da paz. «Dêem-me quatro anos e não reconhecerão a Alemanha», profetizava ele. Depois de quatro anos de guerra, a Alemanha, tal como a Europa, destruídas, tinham-se, de facto, tornado irreconhecíveis.
Perguntamo-nos como pôde o fascismo chegar ao poder na Alemanha, quem foram os responsáveis e como impedir o seu regresso. Um conhecimento científico das origens da natureza profunda do fascismo reforça o combate de hoje.
1. Um golpe de Estado legal
Em 30 de janeiro de 1933, o presidente alemão Hindenburg nomeia como Primeiro-ministro Adolf Hitler, o dirigente do Partido nacional-socialista alemão (nazi). Hindenburg tinha voltado a ser presidente em março de 1932. Os nazis propunham Hitler. O Partido do Centro apoiava o presidente em fim de mandato, o monárquico Hindenburg. O Partido Socialista alemão recusava apresentar um candidato em comum com o Partido Comunista (KPD) e apoiava Hindenburg sob a palavra de ordem: «Derrotar Hitler – votar Hindenburg». O KPD conduzia a campanha sob a palavra de ordem: «Votar Hindenburg é votar em Hitler. Votar Hitler é votar a favor da guerra». Nove meses mais tarde, o presidente Hindenburg nomeava Hitler. Nem nove anos passados, foi mesmo a guerra.
O primeiro governo de Hitler tinha apenas três nazis, entre os quais o próprio Hitler. Não chegou ao poder através de uma vitória eleitoral, nem na base de uma maioria parlamentar. Não se atrevia sequer a apresentar-se perante o Parlamento, porque era minoritário. Preferiu dissolver o Parlamento e organizar novas eleições que foram marcadas para 5 de março.
Este compasso de espera deu-lhe a oportunidade de governar cinco semanas sem controlo parlamentar. Tratou-se de um golpe de Estado legal, pois a Constituição alemã da época permitia ao Presidente dissolver o Parlamento ou suspendê-lo temporariamente.
2. Um regime de terror
Em 4 de fevereiro, Hindenburg dá uma ordem urgente que proíbe qualquer crítica ao governo, suprime a liberdade de reunião e de imprensa do Partido Comunista da Alemanha (KPD) e de outras organizações de esquerda. O KPD estava então a trabalhar na campanha eleitoral.
Em 27 de fevereiro, um anarquista holandês desequilibrado provoca o incêndio do Reichstag, o Parlamento alemão. Muitos historiadores estão convencidos de que o incêndio foi de facto provocado por um destacamento das Secções de Assalto (SA) nazis. O que se segue confirma a tese da provocação planeada. Antes de qualquer inquérito, a rádio afirma que a culpa é dos comunistas. Na mesma noite, na base de listas preparadas de antemão, mais de 10 000 comunistas, socialistas e progressistas são presos. Toda a imprensa comunista e vários jornais socialistas foram proibidos. A liberdade de imprensa e de reunião são suspensas.
Apesar desta repressão, as eleições não dão uma maioria aos nazis nem uma maioria de dois terços ao governo de coligação dirigido por Hitler. Para a obter, o governo elimina os 81 mandatos do KPD, sem que nenhum partido tivesse protestado. Nem mesmo o Partido Socialista. Ficando o assunto resolvido, o Parlamento vota uma moção de confiança e autoriza de seguida o governo de Hitler a decretar leis sem o seu consentimento. Foi de facto uma autodissolução. Os socialistas votam contra a declaração governamental, mas consideram democráticas as eleições, apesar da repressão.
Em dois anos, os nazis proibiram os partidos políticos, mataram mais de 4200 pessoas, prenderam 317 800 opositores, dos quais 218 600 foram agredidos e torturados. Em 20 de março de 1933, o comissário nazi da polícia de Munich, Himmler, criou, nas instalações de uma antiga fábrica de pólvora de Dachau, o primeiro campo de concentração destinado a prisioneiros políticos. Quarenta outros se lhe seguirão no mesmo ano.
3. Tenho milhões atrás de mim
Hitler não foi, pois, eleito democraticamente, como muitas vezes se ouve dizer. Na realidade, a decisão de nomear o chanceler tinha sido tomada algumas semanas antes, em 3 de fevereiro, na villa do banqueiro von Schröder. Até então, os grandes industriais e banqueiros tinham estado divididos a seu respeito.
Com várias repetições entre 1918 e 1923, os círculos mais à direita da classe dirigente tinham tentado, através de golpes de Estado e de uma ditadura militar (o putsch de Kapp em 1920), desembaraçar-se do sistema parlamentar, suprimir os direitos importantes adquiridos pelos trabalhadores por ocasião da revolução de novembro de 1918, para se vingarem assim do que tinham perdido. Estes círculos apoiavam-se numa parte das forças armadas e em numerosas organizações reacionárias. Uma delas, o NSDAP (Partido nacional-socialista dos trabalhadores alemães) tinha na Baviera uma inquestionável influência local. Hitler tinha sido enviado pelo exército como informador no interior deste partido, uma vez que ainda era militar. Numerosos industriais viam já nessa época no NSDAP uma das organizações que valia a pena serem apoiadas. Financiaram-no.
Os homens políticos da burguesia alemã tinham retirado lições do fracasso do putsch de Kapp de 1920 e de todas as tentativas de pôr fim à república de Weimar de modo violento. Tendo em conta a organização e a força do movimento operário alemão, não se podia encarar no futuro uma tentativa de putsch. Em 1923, o patrão siderúrgico Stinnes dizia ao embaixador americano: «É preciso encontrar um ditador que tenha o poder de fazer tudo o que é necessário. Um tal homem deve falar a língua do povo e ser ele próprio um civil; nós temos um homem assim.»
Com a crise económica de 1929, estes mesmos círculos decidiram apostar no partido de Hitler, que recebeu da sua parte um apoio acrescido. Sem os seus milhões, Hitler nunca se teria tornado tão importante. Puseram à sua disposição hangares desativados que transformaram numa versão nazi do Exército de Salvação. Podiam encontrar-se aí infelizes sem trabalho para comerem um prato de sopa e uma cama para dormir. Antes de se terem dado conta, puseram-lhes em cima um uniforme e desfilaram em passo de ganso atrás da bandeira nazi. Durante a campanha presidencial de 1932, os nazis colaram milhões de cartazes, imprimiram doze milhões de números especiais do seu sórdido jornal e organizaram 3 000 comícios. Pela primeira vez, usaram filmes e discos. Hitler utilizava um avião privado para se deslocar de um comício para outro. Em 1932, o partido nazi tinha
milhares de funcionários e só a manutenção das SA (secções de assalto) custava dois milhões de marcos por semana. Quem pagava tudo isso? Não eram certamente os desempregados que eram membros do partido nazi…
Nas eleições federais de Setembro de 1930, o NSDAP tornou-se o segundo partido, com mais de 6 milhões de votos. Os representantes mais importantes da classe dirigente opinam a favor da formação de um governo com ele. Hitler é convidado a expor as suas ideias perante os círculos de grandes capitalistas e vários deles aderem ao partido. O diretor da empresa Siemens, Carl Friedrich von Siemens, pronuncia em 27 de outubro de 1931 um discurso perante alguns dos principais membros da finança americana, para dissipar os receios que suscita uma tal subida dos nazis ao governo. Insiste sobretudo na vontade manifestada pelos nazis de erradicar o socialismo na Alemanha. A 26 de janeiro de 1932, no Düsseldorfer Industrieklub, Fritz Thyssen, o magnata da siderurgia, organiza uma conferência de Hitler perante mais de cem grandes patrões, na qual este assegura que o seu movimento vê na propriedade privada o fundamento da economia alemã e que o seu objetivo principal é erradicar o marxismo pela raiz na Alemanha.
4. Em frente depressa antes que seja tarde demais
Mas foi ainda necessário um ano, antes que os patrões confiassem a chancelaria a Hitler. Tinham medo da reação do movimento operário. Além disso, entregavam-se a violentas lutas pelo poder, cada um a querer tomar o comando da ditadura que estava para vir.
Mas, nas eleições federais de 6 de Novembro de 1932, o Partido Comunista da Alemanha aumentou fortemente a sua influência entre os trabalhadores, em detrimento do Partido Socialista, que perde cada vez mais a sua influência na classe operária. O capital teme uma sublevação revolucionária. O NSDAP perde dois milhões de votos. Se o partido sofre mais uma perda importante corre-se o risco de arruinar todas as esperanças do grande patronato. Põem no armário as suas querelas internas e decidem confiar mais rapidamente o poder ao partido de Hitler.
Em 19 de novembro, banqueiros, grandes industriais e grandes proprietários de terras pedem ao presidente Hindenburg que nomeie Hitler para a chancelaria. O encontro entre o Primeiro-ministro em exercício, von Papen, e Hitler, na villa do banqueiro von Schröder, a 4 de janeiro de 1933, selou os acordos que conduziram ao 30 de janeiro de 1933.
Alguns patrões ainda têm dúvidas sobre a capacidade de Hitler para controlar o seu movimento em marcha, inflamado pelos discursos demagógicos contra o grande capital. Mas Hitler sossega-os. Em 20 de fevereiro de 1933, recebe a alta-roda do grande capital alemão. A ala dita anticapitalista do partido, que tinha acreditado na demagogia de Hitler e pensava que os nazis tomariam também medidas contra o grande capital, foi eliminada.
Durante a noite das facas longas, em 30 de junho de 1934, Hitler manda assassinar
1 000 quadros das suas próprias secções de assalto (SA).
Foram os Thyssen, os Krupp, os Siemens e outros que determinaram a política económica de Hitler. Bastava ver a composição do Alto comité económico do governo nazi. Aí encontramos Gustav Krupp von Bohlen, rei da indústria do armamento, Fritz Thyssen, barão do aço, C. von Siemens, rei da electricidade, Karl Bosch, da indústria de corantes.
O governo de Hitler bloqueia os salários no já muito baixo nível de 1932, onde tinham estagnado por causa da crise. Os trabalhadores são privados de todos os seus direitos e ameaçados de prisão num campo de concentração se fizessem greve.
A lei nazi de 15 de maio de 1934 limita a liberdade de mudar de patrão. Foi introduzido um livrete de trabalho em fevereiro de 1935. Sem este documento, nenhum trabalhador pode ser contratado. Tal como na Bélgica do século XIX, um operário que queira ir trabalhar para outro lado pode ser impedido de o fazer pelo seu patrão se for o detentor do seu livrete de trabalho.
O fascismo levou a lógica do capitalismo ao seu pior extremo. A busca da competitividade leva a uma espiral descendente dos salários e dos direitos sociais. O fascismo levou a competitividade das fábricas alemãs a cúmulos nunca antes atingidos. Nos campos de trabalho, o custo salarial e os encargos sociais são praticamente reduzidos a zero. Entre as empresas que rivalizavam para obter a maior quantidade possível de mão-de-obra proveniente dos campos de concentração, encontra-se a nata do grande capital. Para poupar nos custos de transporte, várias fábricas construíram as suas instalações nos
arredores mais próximos do campo.
O problema do desemprego resolve-se enviando uma parte dos desempregados para o exército, uma outra para as fábricas de armamento. As duas partes são assim obrigadas a preparar a sua própria morte e a de dezenas de milhões de outros.
5. Uma catástrofe evitável
Falar da «facilidade» com que o fascismo conquistou a vitória em 1933 é falso. O combate que a classe operária da Alemanha travou contra a extrema-direita em marcha durou quinze anos, antes que a ditadura fascista conseguisse ser instaurada; nesta luta, dezenas de milhares de operários perderam a vida debaixo das balas do inimigo e se, finalmente, eles não conseguiram impedir o estabelecimento da ditadura fascista, não foi pela superioridade do fascismo, mas apenas porque a ação dos trabalhadores foi paralisada por alguns dos seus dirigentes. Segundo o grande historiador alemão Kurt Gossweiller, especialista em fascismo, esta catástrofe poderia ter sido travada, mas apenas pelo movimento operário numa frente unida, pelo combate de massas unido de todos os antifascistas, inclusive por lutas extraparlamentares.
O Partido Comunista Alemão era a única força política a opor ao fascismo uma hostilidade irreconciliável. Sem dúvida que ele subestimou o perigo durante demasiado tempo mas, assim que tomou consciência dele, foi o primeiro a mobilizar todos os meios e todas as forças necessárias para impedir a tomada de poder pelos fascistas. Mas não foi suficientemente forte para sublevar sozinho os trabalhadores, sem e contra a direção socialista. Sem dúvida que poderia ter feito mais esforços e mais cedo para criar uma frente com os trabalhadores socialistas. Mas é muitíssimo duvidoso que a resposta do Partido Socialista a este esforço tivesse sido positiva.
No período de preparação da ditadura fascista, os dirigentes da ala direita da social-democracia desempenharam um papel muito negativo. A classe operária precipitou-se numa miséria indescritível. O governo do socialista Müller pôs em prática, desde o começo da crise de 1929, uma política antioperária e pró-capitalista draconiana: em 1929, os capitalistas obtêm 1,37 mil milhões de marcos de diminuição de impostos. Os impostos (sobretudo os indiretos) e as taxas que atingem a massa da população aumentam: as taxas sobre os produtos de primeira necessidade aumentam 2 mil milhões de marcos em 1929.
Este governo votou um plano que suprime ou diminui os subsídios de desemprego para 1,2 milhões de desempregados. O número dos excluídos dos subsídios de desemprego aumenta de 500 000, em 1927, para mais de um milhão, em 1930. Em janeiro de 1930, 80% dos sem-trabalho beneficiam de subsídio de desemprego. Em dezembro do mesmo ano, não serão mais de 57%.
6. De «mal menor» em «mal menor» até Hitler
Em março de 1930, a direita faz excluir os socialistas do governo nacional. Chega o governo de Brüning do Partido do centro, que faz do «saneamento das finanças públicas» o ponto principal do seu programa. Em nome do «mal menor», quer dizer, para «evitar o fascismo», a social-democracia abandona a sua oposição parlamentar ao governo Brüning. Decide «tolerar» o governo e votar contra qualquer moção de censura no parlamento. Em novembro de 1931, o governo decide mesmo uma diminuição de 10 a 15% dos salários, a anulação dos contratos coletivos existentes, o retorno dos salários ao nível de 10 de janeiro de 1927, a supressão do direito à greve, a diminuição dos subsídios sociais e o aumento dos descontos, o adiamento por um ano das eleições sociais e a proclamação do estado de exceção. Na prática, estes decretos significavam uma diminuição real dos salários de 27 a 29% e conduziam praticamente à supressão dos direitos democráticos dos trabalhadores. Enquanto denunciava isto na sua imprensa, o PSA permite, com a abstenção dos seus deputados, o voto a favor desta legislação.
Os dirigentes socialistas atacam mais os comunistas que os fascistas. No 1º de maio de 1929, o chefe da polícia de Berlim, socialista, proíbe as manifestações e dá ordem de fogo contra os 200 000 operários que, mesmo assim, se manifestavam. Mata 33 manifestantes.
Proíbe o jornal do KPD e, a 3 de maio, o ministro socialista do Interior da Prússia proíbe a Frente vermelha de combatentes, a organização de autodefesa antifascista do KPD.
Ao longo de 1930, mais de 80 antifascistas são assassinados pelas SA, as tropas de choque nazis. Um clima de violência alastra a toda a Alemanha. Mas Hitler faz o papel do governante respeitável, respeitador da legalidade. O PSA está quase a acreditar nisso. O jornal socialista Vorwärts de 3 de dezembro de 1931 escrevia: «Se estivéssemos seguros de que uma vez no poder os nacional-socialistas cumpririam as regras do jogo democrático que eles afirmam cumprir para chegar ao poder, então estaríamos dispostos a deixá-los entrar no governo e o mais depressa possível.»
Mesmo face à ameaça direta do fascismo, recusaram aliar-se aos comunistas. Quando em maio de 1932 a direita no poder em Berlim destituiu o governo socialista minoritário da Prússia, o único governo regional socialista que sobrava, a direção do PSA protestou verbalmente, mas submeteu-se. Classificou como «provocação» a proposta comunista de apelar em conjunto à greve geral.
Apesar disso, a direita e os fascistas não tinham forças para afrontar uma resistência ativa do PSA, da sua organização de luta Reichsbanner, do sindicato, do KPD e da FRC. Julho de 1932 era provavelmente a última hipótese de impedir o fascismo de chegar ao poder. O nazi Goebbels dizia nesse momento: «Os vermelhos deixaram passar a grande ocasião. Ela não se repetirá.»
Em 30 de janeiro de 1933, os dirigentes socialistas rejeitam de novo a oferta de greve geral do KPD. Enquanto Hitler «não violasse a constituição», eles não queriam entrar na luta.
Era preciso esperar pelas eleições de 5 de março. Mesmo o terror contra os comunistas e alguns socialistas, depois do incêndio do Reichstag, não mudou a sua posição. Ainda em março de 1933, o chefe dos sindicatos socialistas, Leipart, oferece a sua colaboração a Hitler. «Os sindicatos estão prontos… a entrar em colaboração permanente com as organizações patronais. O controlo pelo Estado (fascista) de tal colaboração poderia, em certas circunstâncias, aumentar o seu valor e facilitar o seu funcionamento…», disse ele.
No 1º de maio de 1933, os nazis e os patrões apelam aos operários a que participem em massa nas manifestações organizadas pelo regime. Os dirigentes sindicais bebem o cálice da vergonha até ao fim e juntam-se a este apelo. Isso não lhes serve de nada. No dia seguinte, os principais dirigentes sindicais são presos e os bens dos seus sindicatos confiscados.
Mas o PSA vai ainda mais longe. Em 17 de maio, os deputados social-democratas votam a favor da «revolução pacífica» de Hitler no Reichstag. Tratava-se da exigência de revisão do tratado de Versalhes, com o objetivo de levantar qualquer barreira aos projetos expansionistas alemãs. Este servilismo também não beneficia em nada o PSA. Um considerável número de funcionários socialistas e sindicais, entre os quais o tristemente célebre ministro do Interior da Prússia, Severing, não hesitam em passar-se para os nazis.
Em 1935, Georges Dimitrov, o dirigente da Internacional comunista dirá: «A vitória do fascismo era inevitável na Alemanha? Não, a classe operária alemã podia esconjurá-la. Mas, para isso, ela devia ter obrigado os chefes da social-democracia a terminar a sua campanha contra os comunistas e aceitar as repetidas propostas do Partido Comunista sobre a unidade na ação contra o fascismo. Deveria ter respondido em favor de uma verdadeira luta de massas que teria entravado os planos fascistas da burguesia alemã.»
Para saber mais sobre as origens do fascismo, sobre as forças que o levaram ao poder, sobre a resistência, eis algumas fontes:
. Kurt Gossweiler, « Hitler, l’irrésistible ascension ? [Hitler, a ascensão irresistível ?(NT)]», Études marxistes, 67-68/2004.
. Kurt Gossweiler, « L’économie allemande en 1933-1934 : De la crise mondiale au redressement [A economia alemã em 1933-1934 : Da crise mundial à recuperação(NT)] », Études marxistes, 65/2006.
. Herwig Lerouge, « Sans la trahison du parti socialiste allemand, le fascisme n’aurait jamais triomphé en Allemagne [Sem a traição do partido socialista alemão, o fascismo jamais teria triunfado na Alemanha (NT)] », Études marxistes, 15/1992.
CATARINA EUFÉMIA
«Francisco Miguel
Na vasta planície os trigos não ceifados.
Ao longe oliveiras batidas pelo sol.
Tu serena caminhas para os soldados
com a ideia, para todos um farol.
A brisa não se levantara.
Ias armada apenas da razão.
Contigo os milhões que têm, fome
contigo o povo que não come e que ali cultiva o nosso pão.
O monstro empunhava as armas de aço.
Tu pedindo a paz serena caminhavas
levando um filho no colo outro no regaço.
As armas dispararam, tu tombaste.
Com teu sangue a terra foi regada.
E ali à luz do sol que tudo ardia
dava mais um passo a nossa caminhada.
Na boca da mulher assassinada
certeza da vitória nos sorria.
o sol que o teu sangue viu correr
que teus camaradas viu ali aflitos
ouvirá amanhã os nossos gritos
quando o novo dia amanhecer
Que nessa terra heróica - Baleizão -
onde se recolhe o trigo branco e loiro
teu nome gravado em letras de oiro
tem já cada um no coração»
Na vasta planície os trigos não ceifados.
Ao longe oliveiras batidas pelo sol.
Tu serena caminhas para os soldados
com a ideia, para todos um farol.
A brisa não se levantara.
Ias armada apenas da razão.
Contigo os milhões que têm, fome
contigo o povo que não come e que ali cultiva o nosso pão.
O monstro empunhava as armas de aço.
Tu pedindo a paz serena caminhavas
levando um filho no colo outro no regaço.
As armas dispararam, tu tombaste.
Com teu sangue a terra foi regada.
E ali à luz do sol que tudo ardia
dava mais um passo a nossa caminhada.
Na boca da mulher assassinada
certeza da vitória nos sorria.
o sol que o teu sangue viu correr
que teus camaradas viu ali aflitos
ouvirá amanhã os nossos gritos
quando o novo dia amanhecer
Que nessa terra heróica - Baleizão -
onde se recolhe o trigo branco e loiro
teu nome gravado em letras de oiro
tem já cada um no coração»
AO RETRATO DE CATARINA
«Carlos Aboim Inglez
Esses teus olhos enxutos
Num fundo cavo de olheiras
Esses lábios resolutos
Boca de falas inteiras
Essa fronte aonde os brutos
Vararam balas certeiras
Contam certa a tua vida
Vida de lida e de luta
De fome tão sem medida
Que os campos todos enluta
Ceifou-te ceifeira a morte
Antes da própria sazão
Quando o teu altivo porte
Fazia sombra ao patrão
Sua lei ditou-te a sorte
Negra bala foi teu pão
E o pão por nós semeado
Com nosso suor colhido
Pelo pobre é amassado
Pelo rico só repartido
Tanta seara continhas
Visível já nas entranhas
Em teu ventre a vida tinhas
Na morte certeza tenhas
Malditas ervas daninhas
Hão-de ter mondas tamanhas
Searas de grã estatura
De raiva surda e vingança
Crescerão da tua esperança
Ceifada sem ser madura
Teus destinos Catarina
Não findaram sem renovo
Tiveram morte assassina
Hão-de ter vida de novo
Na semente que germina
Dos destinos do teu povo
E na noite negra negra
Do teu cabelo revolto
nasce a Manhã do teu rosto
No futuro de olhos posto»
Esses teus olhos enxutos
Num fundo cavo de olheiras
Esses lábios resolutos
Boca de falas inteiras
Essa fronte aonde os brutos
Vararam balas certeiras
Contam certa a tua vida
Vida de lida e de luta
De fome tão sem medida
Que os campos todos enluta
Ceifou-te ceifeira a morte
Antes da própria sazão
Quando o teu altivo porte
Fazia sombra ao patrão
Sua lei ditou-te a sorte
Negra bala foi teu pão
E o pão por nós semeado
Com nosso suor colhido
Pelo pobre é amassado
Pelo rico só repartido
Tanta seara continhas
Visível já nas entranhas
Em teu ventre a vida tinhas
Na morte certeza tenhas
Malditas ervas daninhas
Hão-de ter mondas tamanhas
Searas de grã estatura
De raiva surda e vingança
Crescerão da tua esperança
Ceifada sem ser madura
Teus destinos Catarina
Não findaram sem renovo
Tiveram morte assassina
Hão-de ter vida de novo
Na semente que germina
Dos destinos do teu povo
E na noite negra negra
Do teu cabelo revolto
nasce a Manhã do teu rosto
No futuro de olhos posto»
GOVERNO VAI CAIR?
«Passos Coelho foi a Belém no domingo dizer a Cavaco Silva que a sétima avaliação da troika a Portugal estava em perigo porque Portas recusava assinar o documento que punha como “benchmark [objectivo] estrutural” a nova taxa sobre as pensões. A troika não cedia.
Cavaco, nessa manhã, virou o jogo: manifestou também dúvidas sobre a medida e fez chegar à troika a mensagem de que poderia enviá-la para o Tribunal Constitucional. O perigo de queda do Governo e a oposição do Presidente acabaram por ter efeitos: a medida foi desvalorizada e Portas aceitou, “na 25.ª hora”, assinar o memorando. Pelo meio, até Durão Barroso interveio – o presidente da Comissão estava em Lisboa e falou com Passos e Portas, ajudando a recompor a coligação.
A crise interna começou na quinta-feira da semana passada, quando Portas recebeu no Palácio das Necessidades os chefes de missão da troika. Fez aí um derradeiro esforço para os convencer da necessidade de deixar cair a nova taxa sobre as pensões. Mas a troika não se convenceu. Considerou os cortes alternativos nos ministérios, que Portas e Carlos Moedas conseguiram em duas semanas de trabalho interno, de efeito incerto; e considerou também imprescindível que o Governo fosse determinado no campo das pensões.
Na sexta-feira ao final do dia, Passos e Portas encontraram-se em S. Bento. Foi aí que Portas disse que não assinaria o documento com a medida classificada como prioritária. Saiu da residência oficial do primeiro-ministro com a ruptura à vista.
Os técnicos externos terminaram a avaliação no sábado e deixaram a batata quente a Passos Coelho. Nesse dia, Passos chamou vários ministros a S. Bento: Mota Soares, Portas, Gaspar e Poiares Maduro. Mas em separado. Em cima da mesa, uma versão intermédia: a medida passaria a opcional, ou seja, poderia ser trocada por outra medida de igual efeito. Um critério que a tornava igual a todas as outras.
O líder do CDS, que tinha marcada em Aveiro uma discreta apresentação de candidatos autárquicos, voltou a São Bento. Mas manteve-se contra: não queria a taxa no papel nem como hipótese académica, confirmou o SOL.»
FONTE: Jornal Sol
Cavaco, nessa manhã, virou o jogo: manifestou também dúvidas sobre a medida e fez chegar à troika a mensagem de que poderia enviá-la para o Tribunal Constitucional. O perigo de queda do Governo e a oposição do Presidente acabaram por ter efeitos: a medida foi desvalorizada e Portas aceitou, “na 25.ª hora”, assinar o memorando. Pelo meio, até Durão Barroso interveio – o presidente da Comissão estava em Lisboa e falou com Passos e Portas, ajudando a recompor a coligação.
A crise interna começou na quinta-feira da semana passada, quando Portas recebeu no Palácio das Necessidades os chefes de missão da troika. Fez aí um derradeiro esforço para os convencer da necessidade de deixar cair a nova taxa sobre as pensões. Mas a troika não se convenceu. Considerou os cortes alternativos nos ministérios, que Portas e Carlos Moedas conseguiram em duas semanas de trabalho interno, de efeito incerto; e considerou também imprescindível que o Governo fosse determinado no campo das pensões.
Na sexta-feira ao final do dia, Passos e Portas encontraram-se em S. Bento. Foi aí que Portas disse que não assinaria o documento com a medida classificada como prioritária. Saiu da residência oficial do primeiro-ministro com a ruptura à vista.
Os técnicos externos terminaram a avaliação no sábado e deixaram a batata quente a Passos Coelho. Nesse dia, Passos chamou vários ministros a S. Bento: Mota Soares, Portas, Gaspar e Poiares Maduro. Mas em separado. Em cima da mesa, uma versão intermédia: a medida passaria a opcional, ou seja, poderia ser trocada por outra medida de igual efeito. Um critério que a tornava igual a todas as outras.
O líder do CDS, que tinha marcada em Aveiro uma discreta apresentação de candidatos autárquicos, voltou a São Bento. Mas manteve-se contra: não queria a taxa no papel nem como hipótese académica, confirmou o SOL.»
FONTE: Jornal Sol
domingo, 19 de maio de 2013
EL CHE Y SU MADRE
«El Che y su madre: La piedra
Este es un impactante relato testimonial escrito por el Che en el Congo. Ocupa en su versión original, de la que fue tomado, diez caras de su libreta de apuntes, y está escrito allí directamente, con pocas correcciones en sus páginas. El tema del relato —el anuncio de la posible muerte de Celia, su madre— ubica su escritura en algún momento posterior al 22 de mayo de 1965. Osmany Cienfuegos llevó al Che ese día “la noticia más triste de la guerra: en conversación telefónica desde buenos Aires informaban que mi madre estaba muy enferma, con un tono que hacía presumir que ese era simplemente un anuncio preparatorio. (…) Tuve que pasar un mes en esa triste incertidumbre, esperando resultados de algo que adivinaba pero con la esperanza de que hubiera un error en la noticia, hasta que llegó la confirmación del deceso de mi madre”. En medio de “esa triste incertidumbre” Che construye este relato de fuerte tono introspectivo, en el que conviven las reflexiones filosóficas, la ironía, el dolor y la ternura. Es probablemente el relato más crudo, intenso y conmovedor que haya escrito. LA PIEDRA Me lo dijo como se deben decir estas cosas a un hombre fuerte, a un responsable, y lo agradecí. No me mintió preocupación o dolor y traté de no mostrar ni lo uno ni lo otro. ¡Fue tan simple! Además había que esperar la confirmación para estar oficialmente triste. Me pregunté si se podía llorar un poquito. No, no debía ser, porque el jefe es impersonal; no es que se le niegue el derecho a sentir, simplemente, no debe mostrar que siente lo de él; lo de sus soldados, tal vez. —Fue un amigo de la familia, le telefonearon avisándole que estaba muy grave, pero yo salí ese día. —Grave, ¿de muerte? —Sí. —No dejes de avisarme cualquier cosa. En cuanto lo sepa, pero no hay esperanzas. Creo. Ya se había ido el mensajero de la muerte y no tenía confirmación. Esperar era todo lo que cabía. Con la noticia oficial decidiría si tenía derecho o no a mostrar mi tristeza. Me inclinaba a creer que no. El sol mañanero golpeaba fuerte después de la lluvia. No había nada extraño en ello; todos los días llovía y después salía el sol y apretaba y expulsaba la humedad. Por la tarde, el arroyo sería otra vez cristalino, aunque ese día no había caído mucha agua en las montañas; estaba casi normal. —Decían que el 20 de mayo dejaba de llover y hasta octubre no caía una gota de agua. —Decían… pero dicen tantas cosas que no son ciertas. —¿La naturaleza se guiará por el calendario? No me importaba si la naturaleza se guiaba o no por el calendario. En general, podía decir que no me importaba nada de nada, ni esa inactividad forzada, ni esta guerra idiota, sin objetivos. Bueno, sin objetivo no; solo que estaba tan vago, tan diluido, que parecía inalcanzable, como un infierno surrealista donde el eterno castigo fuera el tedio. Y, además, me importaba. Claro que me importaba. Hay que encontrar la manera de romper esto, pensé. Y era fácil pensarlo; uno podía hacer mil planes, a cual más tentador, luego seleccionar los mejores, fundir dos o tres en uno, simplificarlo, verterlo al papel y entregarlo. Allí acababa todo y había que empezar de nuevo. Una burocracia más inteligente que lo normal; en vez de archivar, lo desaparecían. Mis hombres decían que se lo fumaban, todo pedazo de papel puede fumarse, si hay algo dentro. Era una ventaja, lo que no me gustara podía cambiarlo en el próximo plan. Nadie lo notaría. Parecía que eso seguiría hasta el infinito. Tenía deseos de fumar y saqué la pipa. Estaba, como siempre, en mi bolsillo. Yo no perdía mis pipas, como los soldados. Es que era muy importante para mí tenerla. En los caminos del humo se puede remontar cualquier distancia, diría que se pueden creer los propios planes y soñar con la victoria sin que parezca un sueño; solo una realidad vaporosa por la distancia y las brumas que hay siempre en los caminos del humo. Muy buena compañera es la pipa; ¿cómo perder una cosa tan necesaria? Qué brutos. No eran tan brutos; tenían actividad y cansancio de actividad. No hace falta pensar entonces y ¿para qué sirve una pipa sin pensar? Pero se puede soñar. Sí, se puede soñar, pero la pipa es importante cuando se sueña a lo lejos; hacia un futuro cuyo único camino es el humo o un pasado tan lejano que hay necesidad de usar el mismo sendero. Pero los anhelos cercanos se sienten con otra parte del cuerpo, tienen pies vigorosos y vista joven; no necesitan el auxilio del humo. Ellos la perdían porque no les era imprescindible, no se pierden las cosas imprescindibles. ¿Tendría algo más de ese tipo? El pañuelo de gasa. Eso era distinto; me lo dio ella por si me herían en un brazo, sería un cabestrillo amoroso. La dificultad estaba en usarlo si me partían el carapacho. En realidad había una solución fácil, que me lo pusiera en la cabeza para aguantarme la quijada y me iría con él a la tumba. Leal hasta en la muerte. Si quedaba tendido en un monte o me recogían los otros no habría pañuelito de gasa; me descompondría entre las hierbas o me exhibirían y tal vez saldría en el Life con una mirada agónica y desesperada fija en el instante del supremo miedo. Porque se tiene miedo, a qué negarlo. Por el humo, anduve mis viejos caminos y llegué a los rincones íntimos de mis miedos, siempre ligados a la muerte como esa nada turbadora e inexplicable, por más que nosotros, marxistas-leninistas explicamos muy bien la muerte como la nada. Y, ¿qué es esa nada? Nada. Explicación más sencilla y convincente imposible. La nada es nada; cierra tu cerebro, ponle un manto negro, si quieres, con un cielo de estrellas distante, y esa es la nada-nada; equivalente: infinito. Uno sobrevive en la especie, en la historia, que es una forma mistificada de vida en la especie; en esos actos, en aquellos recuerdos. ¿Nunca has sentido un escalofrío en el espinazo leyendo las cargas al machete de Maceo?: eso es la vida después de la nada. Los hijos; también. No quisiera sobrevivirme en mis hijos: ni me conocen; soy un cuerpo extraño que perturba a veces su tranquilidad, que se interpone entre ellos y la madre. Me imaginé a mi hijo grande y ella canosa, diciéndole, en tono de reproche: tu padre no hubiera hecho tal cosa, o tal otra. Sentí dentro de mí, hijo de mi padre yo, una rebeldía tremenda. Yo hijo no sabría si era verdad o no que yo padre no hubiera hecho tal o cual cosa mala, pero me sentiría vejado, traicionado por ese recuerdo de yo padre que me refregaran a cada instante por la cara. Mi hijo debía ser un hombre; nada más, mejor o peor, pero un hombre. Le agradecía a mi padre su cariño dulce y volandero sin ejemplos. ¿Y mi madre? La pobre vieja. Oficialmente no tenía derecho todavía, debía esperar la confirmación. Así andaba, por mis rutas del humo cuando me interrumpió, gozoso de ser útil, un soldado. —¿No se le perdió nada? —Nada —dije, asociándola a la otra de mi ensueño. —Piense bien. Palpé mis bolsillos; todo en orden. —Nada. —¿Y esta piedrecita? Yo se la vi en el llavero. —Ah, carajo. Entonces me golpeó el reproche con fuerza salvaje. No se pierde nada necesario, vitalmente necesario. Y, ¿se vive si no se es necesario? Vegetativamente sí, un ser moral no, creo que no, al menos. Hasta sentí el chapuzón en el recuerdo y me vi palpando los bolsillos con rigurosa meticulosidad, mientras el arroyo, pardo de tierra montañera, me ocultaba su secreto. La pipa, primero la pipa; allí estaba. Los papeles o el pañuelo hubieran flotado. El vaporizador, presente; las plumas aquí; las libretas en su forro de nylon, sí; la fosforera, presente también, todo en orden. Se disolvió el chapuzón. Solo dos recuerdos pequeños llevé a la lucha; el pañuelo de gasa, de mi mujer y el llavero con la piedra, de mi madre, muy barato este, ordinario; la piedra se despegó y la guardé en el bolsillo. ¿Era clemente o vengativo, o solo impersonal como un jefe, el arroyo? ¿No se llora porque no se debe o porque no se puede? ¿No hay derecho a olvidar, aún en la guerra? ¿Es necesario disfrazar de macho al hielo? Qué se yo. De veras, no sé. Solo sé que tengo una necesidad física de que aparezca mi madre y yo recline mi cabeza en su regazo magro y ella me diga: “mi viejo”, con una ternura seca y plena y sentir en el pelo su mano desmañada, acariciándome a saltos, como un muñeco de cuerda, como si la ternura le saliera por los ojos y la voz, porque los conductores rotos no la hacen llegar a las extremidades. Y las manos se estremecen y palpan más que acarician, pero la ternura resbala por fuera y las rodea y uno se siente tan bien, tan pequeñito y tan fuerte. No es necesario pedirle perdón; ella lo comprende todo; uno lo sabe cuando escucha ese “mi viejo”… —¿Está fuerte? A mí también me hace efecto; ayer casi me caigo cuando me iba a levantar. Es que no lo dejan secar bien parece. —Es una mierda, estoy esperando el pedido a ver si traen picadura como la gente. Uno tiene derecho a fumarse aunque sea una pipa, tranquilo y sabroso ¿no?…»
FONTE: Partido Comunista de Cuba - PCC - Facebook
Este es un impactante relato testimonial escrito por el Che en el Congo. Ocupa en su versión original, de la que fue tomado, diez caras de su libreta de apuntes, y está escrito allí directamente, con pocas correcciones en sus páginas. El tema del relato —el anuncio de la posible muerte de Celia, su madre— ubica su escritura en algún momento posterior al 22 de mayo de 1965. Osmany Cienfuegos llevó al Che ese día “la noticia más triste de la guerra: en conversación telefónica desde buenos Aires informaban que mi madre estaba muy enferma, con un tono que hacía presumir que ese era simplemente un anuncio preparatorio. (…) Tuve que pasar un mes en esa triste incertidumbre, esperando resultados de algo que adivinaba pero con la esperanza de que hubiera un error en la noticia, hasta que llegó la confirmación del deceso de mi madre”. En medio de “esa triste incertidumbre” Che construye este relato de fuerte tono introspectivo, en el que conviven las reflexiones filosóficas, la ironía, el dolor y la ternura. Es probablemente el relato más crudo, intenso y conmovedor que haya escrito. LA PIEDRA Me lo dijo como se deben decir estas cosas a un hombre fuerte, a un responsable, y lo agradecí. No me mintió preocupación o dolor y traté de no mostrar ni lo uno ni lo otro. ¡Fue tan simple! Además había que esperar la confirmación para estar oficialmente triste. Me pregunté si se podía llorar un poquito. No, no debía ser, porque el jefe es impersonal; no es que se le niegue el derecho a sentir, simplemente, no debe mostrar que siente lo de él; lo de sus soldados, tal vez. —Fue un amigo de la familia, le telefonearon avisándole que estaba muy grave, pero yo salí ese día. —Grave, ¿de muerte? —Sí. —No dejes de avisarme cualquier cosa. En cuanto lo sepa, pero no hay esperanzas. Creo. Ya se había ido el mensajero de la muerte y no tenía confirmación. Esperar era todo lo que cabía. Con la noticia oficial decidiría si tenía derecho o no a mostrar mi tristeza. Me inclinaba a creer que no. El sol mañanero golpeaba fuerte después de la lluvia. No había nada extraño en ello; todos los días llovía y después salía el sol y apretaba y expulsaba la humedad. Por la tarde, el arroyo sería otra vez cristalino, aunque ese día no había caído mucha agua en las montañas; estaba casi normal. —Decían que el 20 de mayo dejaba de llover y hasta octubre no caía una gota de agua. —Decían… pero dicen tantas cosas que no son ciertas. —¿La naturaleza se guiará por el calendario? No me importaba si la naturaleza se guiaba o no por el calendario. En general, podía decir que no me importaba nada de nada, ni esa inactividad forzada, ni esta guerra idiota, sin objetivos. Bueno, sin objetivo no; solo que estaba tan vago, tan diluido, que parecía inalcanzable, como un infierno surrealista donde el eterno castigo fuera el tedio. Y, además, me importaba. Claro que me importaba. Hay que encontrar la manera de romper esto, pensé. Y era fácil pensarlo; uno podía hacer mil planes, a cual más tentador, luego seleccionar los mejores, fundir dos o tres en uno, simplificarlo, verterlo al papel y entregarlo. Allí acababa todo y había que empezar de nuevo. Una burocracia más inteligente que lo normal; en vez de archivar, lo desaparecían. Mis hombres decían que se lo fumaban, todo pedazo de papel puede fumarse, si hay algo dentro. Era una ventaja, lo que no me gustara podía cambiarlo en el próximo plan. Nadie lo notaría. Parecía que eso seguiría hasta el infinito. Tenía deseos de fumar y saqué la pipa. Estaba, como siempre, en mi bolsillo. Yo no perdía mis pipas, como los soldados. Es que era muy importante para mí tenerla. En los caminos del humo se puede remontar cualquier distancia, diría que se pueden creer los propios planes y soñar con la victoria sin que parezca un sueño; solo una realidad vaporosa por la distancia y las brumas que hay siempre en los caminos del humo. Muy buena compañera es la pipa; ¿cómo perder una cosa tan necesaria? Qué brutos. No eran tan brutos; tenían actividad y cansancio de actividad. No hace falta pensar entonces y ¿para qué sirve una pipa sin pensar? Pero se puede soñar. Sí, se puede soñar, pero la pipa es importante cuando se sueña a lo lejos; hacia un futuro cuyo único camino es el humo o un pasado tan lejano que hay necesidad de usar el mismo sendero. Pero los anhelos cercanos se sienten con otra parte del cuerpo, tienen pies vigorosos y vista joven; no necesitan el auxilio del humo. Ellos la perdían porque no les era imprescindible, no se pierden las cosas imprescindibles. ¿Tendría algo más de ese tipo? El pañuelo de gasa. Eso era distinto; me lo dio ella por si me herían en un brazo, sería un cabestrillo amoroso. La dificultad estaba en usarlo si me partían el carapacho. En realidad había una solución fácil, que me lo pusiera en la cabeza para aguantarme la quijada y me iría con él a la tumba. Leal hasta en la muerte. Si quedaba tendido en un monte o me recogían los otros no habría pañuelito de gasa; me descompondría entre las hierbas o me exhibirían y tal vez saldría en el Life con una mirada agónica y desesperada fija en el instante del supremo miedo. Porque se tiene miedo, a qué negarlo. Por el humo, anduve mis viejos caminos y llegué a los rincones íntimos de mis miedos, siempre ligados a la muerte como esa nada turbadora e inexplicable, por más que nosotros, marxistas-leninistas explicamos muy bien la muerte como la nada. Y, ¿qué es esa nada? Nada. Explicación más sencilla y convincente imposible. La nada es nada; cierra tu cerebro, ponle un manto negro, si quieres, con un cielo de estrellas distante, y esa es la nada-nada; equivalente: infinito. Uno sobrevive en la especie, en la historia, que es una forma mistificada de vida en la especie; en esos actos, en aquellos recuerdos. ¿Nunca has sentido un escalofrío en el espinazo leyendo las cargas al machete de Maceo?: eso es la vida después de la nada. Los hijos; también. No quisiera sobrevivirme en mis hijos: ni me conocen; soy un cuerpo extraño que perturba a veces su tranquilidad, que se interpone entre ellos y la madre. Me imaginé a mi hijo grande y ella canosa, diciéndole, en tono de reproche: tu padre no hubiera hecho tal cosa, o tal otra. Sentí dentro de mí, hijo de mi padre yo, una rebeldía tremenda. Yo hijo no sabría si era verdad o no que yo padre no hubiera hecho tal o cual cosa mala, pero me sentiría vejado, traicionado por ese recuerdo de yo padre que me refregaran a cada instante por la cara. Mi hijo debía ser un hombre; nada más, mejor o peor, pero un hombre. Le agradecía a mi padre su cariño dulce y volandero sin ejemplos. ¿Y mi madre? La pobre vieja. Oficialmente no tenía derecho todavía, debía esperar la confirmación. Así andaba, por mis rutas del humo cuando me interrumpió, gozoso de ser útil, un soldado. —¿No se le perdió nada? —Nada —dije, asociándola a la otra de mi ensueño. —Piense bien. Palpé mis bolsillos; todo en orden. —Nada. —¿Y esta piedrecita? Yo se la vi en el llavero. —Ah, carajo. Entonces me golpeó el reproche con fuerza salvaje. No se pierde nada necesario, vitalmente necesario. Y, ¿se vive si no se es necesario? Vegetativamente sí, un ser moral no, creo que no, al menos. Hasta sentí el chapuzón en el recuerdo y me vi palpando los bolsillos con rigurosa meticulosidad, mientras el arroyo, pardo de tierra montañera, me ocultaba su secreto. La pipa, primero la pipa; allí estaba. Los papeles o el pañuelo hubieran flotado. El vaporizador, presente; las plumas aquí; las libretas en su forro de nylon, sí; la fosforera, presente también, todo en orden. Se disolvió el chapuzón. Solo dos recuerdos pequeños llevé a la lucha; el pañuelo de gasa, de mi mujer y el llavero con la piedra, de mi madre, muy barato este, ordinario; la piedra se despegó y la guardé en el bolsillo. ¿Era clemente o vengativo, o solo impersonal como un jefe, el arroyo? ¿No se llora porque no se debe o porque no se puede? ¿No hay derecho a olvidar, aún en la guerra? ¿Es necesario disfrazar de macho al hielo? Qué se yo. De veras, no sé. Solo sé que tengo una necesidad física de que aparezca mi madre y yo recline mi cabeza en su regazo magro y ella me diga: “mi viejo”, con una ternura seca y plena y sentir en el pelo su mano desmañada, acariciándome a saltos, como un muñeco de cuerda, como si la ternura le saliera por los ojos y la voz, porque los conductores rotos no la hacen llegar a las extremidades. Y las manos se estremecen y palpan más que acarician, pero la ternura resbala por fuera y las rodea y uno se siente tan bien, tan pequeñito y tan fuerte. No es necesario pedirle perdón; ella lo comprende todo; uno lo sabe cuando escucha ese “mi viejo”… —¿Está fuerte? A mí también me hace efecto; ayer casi me caigo cuando me iba a levantar. Es que no lo dejan secar bien parece. —Es una mierda, estoy esperando el pedido a ver si traen picadura como la gente. Uno tiene derecho a fumarse aunque sea una pipa, tranquilo y sabroso ¿no?…»
FONTE: Partido Comunista de Cuba - PCC - Facebook
quinta-feira, 16 de maio de 2013
VANESSA FERNANDES
«O que correu mal a Vanessa Fernandes?
Sempre à morte, Vanessa?
Em nenhuma estrada de Portugal há tantos ciclistas como na que liga Arcozelo aos Carvalhos, no concelho de Gaia. São de todas as idades e tipos, mas principalmente homens para cima dos 50 anos pedalando bicicletas de competição e envergando capacetes, calções de licra, blusas justas e sapatilhas especiais. Vê-se que há a febre do ciclismo à volta de Perosinho e isso só pode ter uma explicação: Venceslau Fernandes.
Sempre à morte, Vanessa?
Em nenhuma estrada de Portugal há tantos ciclistas como na que liga Arcozelo aos Carvalhos, no concelho de Gaia. São de todas as idades e tipos, mas principalmente homens para cima dos 50 anos pedalando bicicletas de competição e envergando capacetes, calções de licra, blusas justas e sapatilhas especiais. Vê-se que há a febre do ciclismo à volta de Perosinho e isso só pode ter uma explicação: Venceslau Fernandes.
O “velho Lau”, como lhe chamavam quando era novo, tem uma loja e uma oficina de bicicletas na rua 25 de Abril, no centro da vila. De fato-macaco azul, cabelo branco comprido e desgrenhado, é lá que passa a maior parte dos seus dias, a vender e a consertar bicicletas. Não manda embora nenhum cliente, ainda que estejam outros à espera e já sejam 10 ou 11 da noite. E nunca deixa de lhes explicar as vertentes mais subtis dos problemas mecânicos das suas bicicletas. Mesmo que isso implique não lhes vender uma roda, mas apenas substituir os cubos ou a cassete de cremalheiras.
Na oficina de Venceslau, o rádio está sempre sintonizado na Renascença, e tanto pode passar música como uma missa inteira, com a Avé Maria rezada em coro pelos fiéis numa igreja. Num caso ou noutro, Lau não pára de falar. Tem sempre assunto e um grande orgulho nisso. “Se eu começasse a contar-lhe todas as minhas histórias”, diz ele, “ficaríamos até de manhã e nem daríamos pelo passar das horas, porque são coisas tão interessantes que temos sempre vontade de ouvir mais”.
Venceslau Fernandes, o antigo ciclista que participou 22 vezes na Volta a Portugal e ganhou uma, em 1984, é uma figura incontornável em Perosinho. Além da oficina de bicicletas, fundou um clube de triatlo e treina jovens atletas. E outros não tão jovens. Nos circuitos que organiza pelas estradas da região participam ciclistas de todas as categorias.
Nesta manhã de domingo de Junho, por exemplo, o percurso vai de Perosinho a Ovar, Furadouro, Oliveira de Azeméis, S. João da Madeira, Estarreja… uns 100 quilómetros que Venceslau, de 66 anos, vai pedalar em ritmo de corrida, ao lado do filho, Venceslau júnior, de 15 anos, que se prepara para o Campeonato Nacional de Ciclismo do fim-de-semana seguinte, e um grupo de ciclistas adolescentes e outro de séniores. E ainda de uma convidada especial, a mesma que surge nos pósteres e artigos de jornais afixados por toda a oficina e andava há muito afastada destas corridas. “Redorde de vitórias” é o título de um dos artigos na parede. Outro diz: “O mundo a seus pés”.
Venceslau Fernandes é o segundo habitante de Perosinho mais famoso do mundo. O primeiro é a sua filha mais velha, Vanessa Fernandes.
Vanessa está aqui em segredo. Teoricamente, afastou-se das competições e treinos e refugiou-se algures numa estância longínqua e desconhecida. Na realidade, está há meses internada num centro de recuperação para doentes compulsivos, no centro do país. Veio passar uma semana a casa, mas vai voltar para a clínica, onde ficará mais um mês.
Cortou a comunicação com todo o seu passado, os colegas e os amigos. Não atende o telefone, não fala a jornalistas, e até os contactos com a família têm sido espaçados e curtos. Foi entregue a uma equipa multidisciplinar de cerca de 20 elementos, chefiada pelo treinador de atletismo Paulo Colaço e o psicólogo E. S., e acompanhada pelos pais, Venceslau e Hermínia Fernandes, e o presidente da Federação de Triatlo, José Luís Ferreira.
O tratamento a que está submetida é intensivo e integrado, mas ao mesmo tempo Vanessa Fernandes está a treinar. Segundo Paulo Colaço, o objectivo é apenas manter a forma física e um nível de preparação que permita à ex-atleta voltar à alta-competição se e quando quiser.
No entanto, o seu ritmo de três treinos por dia, de corrida, natação e ciclismo, tem volume e intensidade consentâneos com uma preparação para participar já nos próximos Jogos Olímpicos, em 2012, em Londres.
***
Muito poucos atletas no mundo ganharam tantas medalhas tão jovens e em tão pouco tempo como Vanessa Fernandes. Começou a participar em campeonatos europeus de juniores aos 16 anos, pouco depois de ter ido viver para o Centro de Alto Rendimento (CAR) do Jamor, por convite da Federação de Triatlo de Portugal, e aos 17 obteve a primeira medalha europeia de bronze. Em 2003, com 18 anos, era campeã europeia júnior, mas já há um ano que participava nas competições a Taça do Mundo de elites. Ainda tinha 18 anos quando ganhou a sua primeira competição da Taça do Mundo de elites, em Madrid. Em 2004 ficou em 8º lugar nos Jogos Olímpicos de Atenas, e a partir daí começou a coleccionar vitórias no circuito da Taça do Mundo. Em 2006 foi segunda nos Mundiais de Lausanne, e em 2007 tornou-se campeã do Mundo. Entre 2006 e 2007, aliás, ganhou 20 medalhas de ouro em competições de alto nível. Taças do Mundo ganhou, ao todo, 20. Além de 4 vitórias no Campeonato da Europa de sub-23, e duas nos campeonatos do Mundo de Duatlo. Só no ano de 2006, o mais produtivo da sua carreira, conquistou onze vitórias, 6 das quais em Taças do Mundo.
Em 2008 obteve a medalha de prata nas Olimpíadas de Pequim, e depois começou a crise. Oficialmente, teve várias lesões e problemas de motivação. Os resultados pioraram. Em 2009 decidiu abandonar o CAR e regressar a casa, em Perosinho. Rompeu com Sérgio Santos, o treinador da Federação, com quem tinha ganho tudo, e começou a trabalhar com Paulo Colaço, um técnico do Porto.
Mas os resultados desportivos não melhoraram. A motivação para o treino também não. Tentou ter uma vida normal, divertir-se, ter amigos e paixões, como qualquer jovem, mas também isso não correu bem.
Em Fevereiro deste ano anunciou o abandono da prática desportiva de alta-competição. Pouco depois foi internada e não mais se ouviu falar dela.
***
Vanessa nasceu em 1985, um ano depois de o pai ter ganho a Volta a Portugal. Venceslau estava no seu auge desportivo. Continuou a participar em muitas provas, incluindo a Volta, e a mulher continuou a acompanhá-lo. Depois do casamento, Hermínia deixara a sua terra, S. João de Ver, perto de Sta Maria da Feira, onde trabalhava numa fábrica de rolhas, para viver em Perosinho, onde não tinha família nem conhecia ninguém. Deixou de trabalhar e aborrecia-a ficar sozinha em casa quando o marido ia para as provas, por isso seguia-o sempre que podia. Principalmente na Volta a Portugal e na sua etapa mais famosa e mais animada: a da Serra da Estrela. Bebé, na alcofa, Vanessa ia também.
Era uma festa. Hermínia costumava levar as irmãs, e os respectivos maridos, que integravam a claque de Lau e dos irmãos António, José e Leonel, que também competiam na corrida. Os apoiantes ficavam todos acampados, enquanto os corredores se instalavam num hotel. As mulheres cozinhavam canja e outros alimentos para os atletas, os homens contribuíam de outra forma. Naquela época, era costume (e permitido) que os amigos de cada corredor o ajudassem no troço mais difícil da etapa, empurrando-o pela subida da Torre.
Formavam-se grandes grupos de “empurras”, que se assumiam como rivais uns dos outros e se envolviam em colossais cenas de pancadaria. “Nós ficávamos doentes de emoção”, recorda Hermínia, que ainda não tinha 30 anos.
Venceslau tinha 40 quando Vanessa nasceu, 39 quando ganhou a Volta pela primeira e última vez. É um lutador. Um homem seco e rijo, que olha o interlocutor nos olhos e irradia jovialidade e amargura ao mesmo tempo. Um homem simultaneamente andrógino e viril, agressivo e doce. “A derrota não é de quem chega atrás. É de quem não se esforça para conseguir”, diz. “Competimos sempre connosco próprios. Os adversários não são nossos inimigos. Sem adversários não conseguiríamos ter sucesso”.
Nasceu muito pobre. Era o mais velho de sete irmãos, e aos 5 anos teve de começar a trabalhar, carregando cestos de terra para as obras. Ganhava 25 tostões por dia. Depois começou a levantar-se mais cedo, antes das seis da manhã, para ajudar o padre a preparar a missa. Com isto juntava mais 25 tostões. Aos 6 anos entrou para a escola, que acumulou com os dois “empregos”, e ainda mais um, a partir dos 9 anos: trabalhar como trolha, no Porto, para onde ia todas as tardes a pé, 30 quilómetros ida e volta. O dinheiro que ganhava entregava-o quase todo à mãe.
Com o pai, gostava de ir ver os ciclistas da Volta a Portugal a passarem pelos Carvalhos, e, aos 11 anos, tinha poupado dinheiro para comprar a primeira bicicleta, ao tio Custódio, que emigrara para a Venezuela. Entrou numa corrida, no Porto, mas caiu, partiu a bicicleta e teve de desistir. Continuou a tentar. Aos 20 anos, com um emprego das 7h30 da manhã às 8 da noite, conseguiu participar pela primeira vez na Volta a Portugal. Ficou em último lugar.
Trabalhou numa fábrica e depois numa serralharia, onde compensava, com horas de trabalho nocturno, as que gastava de dia com os treinos. Em 1966, com 21 anos, ficou em 32º na Volta. E continuou, até que em 1970 o Centro de Medicina Desportiva do Porto lhe detectou um sopro no coração e o considerou incapaz para a prática desportiva.
Foi para França trabalhar na construção civil. Mas regressou no ano seguinte, para tentar outra vez a Volta. Submeteu-se a novos exames de várias juntas médicas, e só no próprio dia do início da prova conseguiu a aprovação, no Hospital de S. João do Porto. Correu para Campanhã, apanhou o comboio e chegou a tempo de alinhar na partida. Esgotado e ser ter comido o dia todo, ficou em último na etapa. Chegaria ao fim em 11º lugar.
Continuou a concorrer, sem nunca ganhar. Aos 35 anos começou a ser conhecido pelo “velho Lau”. Ciclistas como Joaquim Agostinho e Marco Chagas fizeram na mesma época as suas carreiras brilhantes, deixando Venceslau na sua sombra. Mas ele esperou pacientemente, e sobreviveu-lhes. Em 1984, aos 39 anos, o “velho Lau” ganha finalmente a Volta. “Deixem-me abraçar este momento”, disse ele aos jornalistas.
Em 1987 já era o ciclista mais velho do mundo em provas profissionais por etapas, mas parecia que a sua carreira mal tinha começado. Em 1990, com 45 anos, caiu da bicicleta, foi levado de ambulância, que teve um acidente, ferindo Venceslau outra vez. Em 1991, com 46 anos, lá estava ele na sua 22ª Volta a Portugal. Ficou em 69º lugar e não concorreu mais. Foi convencido a parar, contra a sua vontade, sob a ameaça de ver cancelada a sua licença desportiva.
***
Nessa altura Vanessa tinha 6 anos e já uma notória destreza física. O pai inscreveu-a na natação, no Sporting de Espinho, com o objectivo de lhe proporcionar uma formação desportiva completa. Aos 3 anos comprara-lhe a primeira bicicleta, com rodinhas, e aos 4 ela já usava para ir de casa para a oficina, que fica a cerca de um quilómetro.
“Vamos fazer uma corrida?” desafiava ela. “Daqui até ali”. Corriam e Venceslau tinha de a deixar ganhar, ou ela ficara inconsolável. Sempre foi assim. Sempre gostou de ganhar.
Fez a escola primária em Perosinho, mas depois, como na vila não havia secundário, foi para os Carvalhos. Foi lá que começou a participar em provas escolares de atletismo. Com 9 anos, o pai levou-a a um professor de atletismo na Maia, que ficou surpreendido com ela e a fez entrar em várias provas. Vanessa tomou-lhe o gosto. Ia ao Porto, a Braga, a Aveiro, corria e ganhava.
Queria participar em tudo. Um dia fez uma prova de atletismo na Maia, de manhã. Mas queria também entrar numa de natação, num campeonato em Aveiro, à tarde. Venceslau levou-a de moto, ela com a sua mochila, ansiosa por ganhar mais uma competição.
Gostava de atletismo, embora fizesse também ciclismo com o pai, e natação, que ele considerava uma boa actividade para a forma física. “É importante para qualquer atleta”, explica. “Eu sempre disse aos meus filhos: o melhor investimento que vocês podem fazer é na vossa saúde. Por isso sempre quis que eles desde cedo praticassem várias modalidades, não para que viessem a ser atletas de alta-competição, mas para que tivessem uma formação completa. Porque eu dei uma boa formação aos meus filhos. Não andei a dormir”. Além do desporto, Vanessa frequentou a Escola de Música de Perosinho, a aprender flauta transversal. Vânia, a irmã mais nova, aprendeu violino.
Mais tarde, esta educação multifacetada seria apontada como uma das causas do génio desportivo de Vanessa Fernandes. Além, obviamente, dos factores genéticos — as características físicas e, sobretudo, psicológicas herdadas de Venceslau.
Quando Vanessa tinha 13 anos, apareceu lá na loja um amigo do pai, José Mariz, dirigente do Belenenses, que desafiou Venceslau a levar a filha a uma prova de triatlo, em Peniche. Vanessa nem sabia o que isso era. “Teatro? Ok, vamos lá fazer isso”.
Venceslau arranjou uma bicicleta e, na véspera da prova, foram treinar. Na fúria de ultrapassar o pai, Vanessa meteu a roda dianteira na vala de uma obras, caiu e ficou cheia de nódoas negras. Mas não quis desistir. Às 5 da manhã Venceslau foi buscá-la à cama, e levou-a ao colo para o carro, a dormir. Chegaram a Peniche às 8.
Era uma prova nacional com 200 atletas, 750 metros de natação, 20 quilómetros de bicicleta e 5 de corrida. A ondulação do mar estava tão forte, que Venceslau chegou a pensar proibir a filha de entrar. Mas lá lhe explicou as regras e ela foi. No fim da prova de natação, ele viu sair da água três homens e depois uma rapariga. Vinha transfigurada, nem a reconheceu, parecia estrangeira. Mas era ela, Vanessa.
Montou na bicicleta e ele foi atrás na sua, que tinha escondida, porque era proibido acompanhar os atletas. Vanessa completou tudo em 1º lugar, na sua categoria. Na geral ficou em 2º. Venceslau compreendeu logo. “Se quiseres ficar no triatlo, não perdes uma prova”, disse à filha. Não vejo adversários para ti”.
***
Vanessa ficou. Começou a participar em provas, a ganhar e a dar nas vistas. Aos 15 anos foi convidada pela Federação de Triatlo a entrar para o Centro de Alto Rendimento do Jamor. Internada nas instalações especiais anexas ao Estádio Nacional, ela poderia dedicar-se inteiramente ao treino, usufruindo da pista e piscina olímpica, e de uma equipa técnica de alto nível.
Hermínia e Venceslau vacilaram. Achavam que ela era demasiado jovem. Mas Vanessa estava fascinada com a ideia. Pediu, chorou, e acabou por ir. Os pais impuseram algumas condições. As principais eram que continuasse a frequentar a escola e as aulas de música. Foi-lhes garantido que sim.
Em Setembro de 2001 Vanessa estava a viver no CAR, matriculada na Escola Secundária de Linda-a-Velha e treinada por Sérgio Santos, o director técnico nacional. Formou-se um grupo pequeno de atletas (três raparigas e quatro ou cinco rapazes), entre os quais Vanessa era a mais nova, e foi criado um ambiente de trabalho ideal.
O treino era intenso, concentrado e bem conduzido, e os resultados não tardaram a aparecer. Vanessa ganhava. Esforçava-se, cumpria, concentrava-se, e, onde quer que fosse, ganhava.
O progresso foi veloz e espectacular, o que provocou uma euforia e uma vertigem. “Em atletas muito jovens, a evolução é muito rápida”, explica Sérgio. “Os objectivos são atingidos rapidamente, o que gera um grande entusiasmo”.
Vanessa sentia que o seu trabalho produzia efeitos imediatamente, e portanto dava o máximo. Nos primeiros anos teve bons resultados, mas a partir de 2003 era a melhor. “Ela tinha uma aura de ganhadora”, conta Maria Areosa, atleta de triatlo que entrou para o CAR na mesma altura, embora seja um ano mais velha. “Ela sabia sempre que ia ganhar. Chegava à prova e pensava assim: o primeiro lugar é meu, vocês disputam os outros. E com toda aquela força mental, as outras olhavam para ela e já tinham perdido”.
Vanessa era tão confiante, que não se deixava intimidar por nada. Maria lembra-se de um dos primeiros campeonatos internacionais em que participaram as duas, em Lugo. Todas as outras atletas eram mais velhas. “Estávamos cheias de medo, mas a Vanessa não. Disse logo: Isto é tudo uma porcaria, nós chegamos ali e ganhamos aquilo tudo”.
Dois meses depois, na Alemanha, foi ainda pior. Todos os concorrentes tinham equipamentos sofisticados, de marcas exclusivas, uma roupa para correr, outra para o ciclismo… “Estávamos fascinadas e, mais uma vez, cheias de medo. A Vanessa declarou: Estas gajas têm a mania que andam muito, mas nós vamos dar-lhes uma coça”.
E depois competiu com tanta paixão que, ao passar da bicicleta para a corrida, se esqueceu de calçar as sapatilhas. Só reparou quando sentiu a aspereza do chão nos pés descalços. Ao vê-la chorar, Maria descalçou um dos seus ténis e atirou-lho. Terminaram a prova assim, com um sapato cada uma.
Em 2004, na Taça do Mundo, “a mais nova que lá estava era pelo menos 10 anos mais velha do que nós”. Mas Vanessa atravessou a meta em primeiro. “Como sabia ela que ia ganhar? Não sei como fazia. É mesmo maluca. Tem garra, é competitiva. Tem fome de ganhar. Ela é uma ganhadora. Se não for no desporto, se se dedicar a outra coisa qualquer, será sempre uma ganhadora”.
***
A vida no CAR era obsessiva. Treinava-se desde as 6 da manhã até às 8 da noite, todos os dias. Não havia mais nada. Tudo era organizado em função dos treinos, dos cinco treinos diários. Todos os atletas dormiam em quartos duplos, excepto Vanessa, que tinha um só para si. Mas era um cubículo claustrofóbico. Depois do jantar, Vanessa ia ter com os colegas, que se reuniam no quarto de um deles, para conversar. Mas os temas não eram muito variados. “Falávamos sobre triatlo”, conta o triatleta Bruno Pais, que esteve internado no CAR entre 2000 e 2007, e hoje, aos 29 anos, vive na sua própria casa, com a mulher e a filha, perto do Centro. “O que fazíamos era comer, dormir e treinar todos os dias. Não íamos ao cinema nem sair à noite. Por isso os nossos temas de conversa eram os treinos, os tempos que fizemos, as reacções do treinador”.
Aos fins-de-semana, alguns iam a casa, mas levavam um programa de treino rígido para cumprir. Na alta-competição não há dias de folga. “Desde que foi para Lisboa, ela ficou diferente”, diz Vânia, a irmã de Vanessa. “Não queria saber de nada além daquilo. Não se interessava por nada, não queria sair à noite, não ouvia música”.
Por viverem longe, Vanessa e Bruno (que é do Fundão), ficavam muitas vezes no Centro. Vanessa passava alguns fins-de-semana em casa de Sérgio, no Alentejo. O treinador considerava que era a melhor opção, porque ir a Perosinho cansava-a e perturbava-a.
Sérgio Santos tinha fama de ser um treinador competente e rigoroso, mas também frio e implacável. Não perdoava qualquer prevaricação ou quebra de disciplina. “Se chegava atrasado ao treino, fazia mais mil metros de natação, de castigo”, conta Bruno. Ou se Vanessa se deixava dormir e não chegava à hora combinada de partida da carrinha para algum local específico, Sérgio não esperava e fazia-a ir a correr até ao local do treino.
O treinador estabelecia uma relação intensa com os atletas, que simultaneamente o admiravam e temiam. Quando ele não ficava satisfeito com uma performance, nem precisava de falar: os seus olhos diziam tudo. Vanessa tinha medo desse olhar reprovador de Sérgio.
“Os treinos são muitos violentos, estamos sempre nos limites da resistência”, diz Bruno. Vanessa queixava-se mas não deixava de cumprir. “Estou toda rota”, repetia ela. Mas treinava, e chegava às provas e ganhava. “Então estavas toda rota?” brincavam os colegas.
Sérgio estabeleceu objectivos ambiciosos. Com Vanessa, queria ganhar tudo. Em 2003 apontou logo os Jogos Olímpicos de 2004 como meta, e depois, como a atleta tivesse obtido em Atenas o 8º lugar, ainda com 17 anos, começou a trabalhar para Pequim em 2008.
O regime de treino era adequado a este frenesim estratégico. Multiplicavam-se as horas de trabalho efectivo, e os tempos livres e de descanso eram monitorizados ao pormenor. A alimentação também, apesar de não haver no Centro um nutricionista nem um psicólogo. Às horas das refeições os treinadores observavam os pratos de cada um e divagavam perigosamente sobre a correlação entre gramas de peso corporal e segundos nos tempos das provas.
“Se perderes um quilo corres mais rápido 10 segundos por quilómetro”, dizia o treinador, segundo Maria Areosa. “Se a diferença entre ser 5º ou 1º na Taça do Mundo for de 20 segundos, a distância entre ter uma medalha ou não é de dois quilos”.
Vanessa ia cada vez menos a casa, e quando ia levava uma tenda especial em cujo interior era criada uma atmosfera artificial e rarefeita para simular os treinos em altitude. Para exasperação de Venceslau, a tenda era montada no quarto e Vanessa dormia lá dentro.
O pai de Vanessa não concordava com nada disto. “Um atleta só a partir dos 25 anos é que se explora totalmente. Eu só aos 35 é que estava no auge. Ganhei a Volta aos 39”. O “velho Lau” não andou na Universidade, nem fez um mestrado em Treino de Alto Rendimento na Área do Triatlo, como Sérgio. Tudo o que sabe, aprendeu à sua custa. No início da carreira, comia bife com batatas fritas ao pequeno-almoço, para ter energia para as provas. Com o tempo, num processo de tentativa-erro, foi aprendendo a escolher uma dieta adequada. E que, por exemplo, não era prejudicial ter relações sexuais na semana anterior às provas.
Também quando às idades adequadas a cada tipo de treino ele foi tirando as suas conclusões. “Sempre vi isto: os ciclistas que aos 15 anos já ganhavam, aos 20 já não queriam saber da bicicleta”.
Não havia forma de Sérgio e Venceslau se entenderem. O conflito foi real, por vezes ostensivo, e durou os nove anos que Vanessa esteve no CAR. Depois de um fim-de-semana em que Vanessa vinha a casa, Sérgio telefonava ao pai: “O que é que você lhe faz aí, que ela chega cá abaixo e parece uma velha a correr?” Venceslau respondia: “Quando ela vem é para descansar. Um atleta precisa de retemperar forças”.
Noutra ocasião, depois de Venceslau ter feito um comentário na televisão sobre o desempenho da filha numa prova, foi chamado a Lisboa para, numa reunião, ser exortado a calar-se, para não prejudicar a carreira de Vanessa.
Esta sentia-se dividida e sofria com o conflito entre o treinador e o pai. Por isso passou a optar por não vir a casa, e falar o menos possível com a família. Preferia passar o fim-de-semana em casa de Sérgio, o que ofendia Venceslau e Hermínia. “Eles estavam a espremê-la até à última. A aproveitar-se dela”, diz Lau. “E convenciam-na a não me dar ouvidos”.
Segundo Venceslau Fernandes, a hostilidade começou bem cedo, mal ele e a mulher se aperceberam de que a filha não ia à escola. “Ela não precisa. Não tem tempo”, ter-lhe-ão dito da Federação. O facto é que Vanessa nunca frequentou as aulas. De início, a Federação justificava-lhe as faltas. Depois deixaram-na reprovar. Não chegou a fazer o 10º ano.
No entanto, os regulamentos do CAR referem como objectivo a “formação plena do cidadão” e “proporcionar condições para o estudo”, e estabelecem como regra que se um atleta não tiver aproveitamento escolar dois anos seguidos será expulso do CAR. Por “aproveitamento”, explicitam ainda os documentos normativos do Centro, entende-se pelo menos 50 por cento dos créditos no Ensino Superior e o transitar de ano no caso do Secundário. Ora Vanessa não transitou, durante nove anos seguidos.
“Ela não chumbou: ela abandonou”, começa por explicar José Luís Ferreira, presidente da Federação de Triatlo. “Bom, chumbou por faltas”. Não ia às aulas, por causa do treino. Mas isso deveu-se, segundo o responsável da Federação, “à falta de apetência da Vanessa pelo estudo. Ela já não ia às aulas antes de vir para cá. Alertei os pais para a situação e eles responderam que não fazia mal. Assumiram o ónus do problema”.
Venceslau e Hermínia garantem que Vanessa sempre foi à escola e foi boa aluna. José Luís, por seu lado, lembra que todos os outros atletas do CAR continuaram os estudos, excepto Vanessa e Bruno. “A Vanessa foi diferente, por responsabilidade dela”, aponta. E dá exemplos de vários atletas de Alto rendimento que frequentam ou concluíram cursos superiores. É o que acontece com a sua própria filha. “Já o meu filho mais novo não gosta nem quer estudar, mas eu obrigo-o”.
No caso de Vanessa foi considerado preferível abandonar a escola. “Tinha pouca apetência para estudar. O que lhe restava era o triatlo. Optou por fazer carreira no triatlo”. E a Federação apoiou-a nessa decisão pessoal e madura, fazendo tábua rasa das suas próprias regras.
***
É consensual entre os colegas e treinadores que Vanessa sempre teve dificuldade em tomar decisões de forma autónoma. “Ela é o tipo de atleta que precisa de alguém sempre ao pé, para incentivar”, diz Bruno Pais. “Não é muito autónoma. Para fazer os seus treinos precisa do treinador perto, a controlar tudo”.
Maria Areosa recorda um dia em que, em Atenas, conheceram um treinador espanhol muito famoso, que andava sempre nas capas das revistas. Ficaram ambas embevecidas, mas foi Maria quem foi ter com ele, pedindo-lhe para a treinar. Vanessa ficou estarrecida. “Ela nunca seria capaz de tomar aquela iniciativa. Precisava de se sentir segura”. Nunca faria nada contra a vontade dos seus treinadores.
Maria fazia provas fora dos circuitos oficiais, em vários países, só pela aventura. Participou numa no México e depois ficou lá de férias. Uma vez, partiu de carro, com o namorado, e ia participando em provas, em vários países, para ganhar dinheiro para a viagem. Enquanto ficasse nos primeiros lugares, continuariam. Se perdesse teriam de regressar.
Vanessa, diz Maria, ficava fascinada com estas iniciativas. Mas nunca seria capaz de as tomar. Era demasiado dependente. “Fazia tudo o que lhe mandavam, e ganhava sempre. Por isso pensava que estava no caminho certo, e continuava a obedecer. Ela confiava. Nos pais, nos treinadores, desde os 16 anos. E como tinha êxito, continuava a confiar”. Mas isso, considera a amiga, “é consequência da sua educação desportiva. Sempre foi assim, já com o pai”.
Sérgio Santos não desmente que Vanessa é uma atleta pouco independente. “Ela precisa de um treinador sempre ao lado. Mas não é para a picar. A função do treinador era fazer com ela se controlasse, andasse mais devagar”.
Sérgio, que em Junho do ano passado deixou a Federação e o CAR do Jamor, é agora técnico do Centro de Preparação Olímpica de Rio Maior, que pertence a uma empresa municipal, a DESMOR. Atletas de diferentes países vêm para aqui de propósito para trabalhar com ele.
“Eu uso 6 velocidades diferentes”, diz ele aos nadadores antes de mergulharem na piscina. “Cada um sabe a velocidade a que tem de nadar, de acordo com o que está escrito no quadro”. Para um grupo da selecção olímpica brasileira, que acaba de chegar, explica: “…a 3 é a velocidade para distâncias longas. A 4 e a 5… A 6 é a velocidade máxima, para distâncias muito curtas, da ordem dos 25 metros”. Os atletas desatam a fazer piscinas e Sérgio vai-os informando, em português ou inglês, dos tempos que fizeram. “O importante não é dar o máximo. É cumprir os tempos da zona 4”.
Este tipo de controlo não era fácil com Vanessa, porque ela queria sempre dar o máximo. “Ao contrário dos desportos colectivos, em que não se nota tanto a diferença, nestes desportos individuais há uma relação muito directa entre trabalho e resultado desportivo”. O atleta sabe que tudo depende dele, e, se está muito empenhado nos objectivos, pode ter tendência para ignorar os seus próprios limites. Cabe ao treinador não o permitir.
“Quando íamos correr, ela começava logo a dar o máximo, e não abrandava”, conta Maria. “Ninguém aguentava. Eu dizia-lhe: ‘Sempre à morte, Vanesa? É preciso correr sempre à morte?’ Mas ela continuava. Sempre ali, no limite das forças. ‘Então Vanessa? Sempre à morte, sempre à morte’”.
***
Na modalidade do triatlo, Vanessa Fernandes é uma das melhores atletas do mundo, de todos os tempos. Talvez mesmo a melhor. “Ela tem qualidades de grande resistência”, diz Sérgio. “É excelente do ponto de vista fisiológico e psicológico. E tem competitividade muito grande. Há atletas que nunca chegam a fazer, em competição, tempos tão bons como nos treinos. Ela não é assim. Quando se aproxima das competições, melhora. Transforma o nervosismo em prestação. Tem um perfil de ataque”.
Sérgio garante que sabe distinguir os atletas à primeira vista. “À partida, alinham no pontão umas 70 atletas. São todas sensivelmente da mesma altura, entre 1m60 a 1m75. Mas ali já se vê. Há umas que parecem ter 2 metros. Vê-se pelo olhar, pela forma como alinham, como se estimulam, dando palmadas nas pernas. Há as que sabem que vão ganhar. Vanessa é assim”.
Bruno lembra-se da “garra” e da “vontade de trabalhar” de Vanessa. “Ela treinava com os rapazes, porque o andamento dela era equivalente ao nosso. Ela sempre deu o seu melhor. E achava natural ganhar. Considerava uma derrota ficar em segundo”.
Para Maria, ela “é uma perfeccionista. Procurava a perfeição. Por isso não fazia mais nada. Tem uma força imensa. É uma referência para mim”. Paulo Colaço, o actual treinador, vê em Vanessa o “modelo perfeito” de atleta, que conjuga “boas características fisiológicas, derivadas do património genético”, com traços psicológicos exemplares. “Ela é persistente, focaliza os objectivos”, e possui uma imensa “capacidade de superação. É uma caixinha de surpresas”.
Licínio Pimentel, corredor de estrada de fundo e meio-fundo, que se treinou com Vanessa quando ela regressou ao Porto, classifica-a como “uma máquina de guerra”. Não se cansa, tem uma capacidade de sofrimento fora do normal e aquela atitude inconfundível, “de guerreira”, a correr a a andar de bicicleta.
Paulo, que afirma reconhecer cada um dos seus atletas de olhos fechados, só pelo som dos pés a bater no chão, diz que Vanessa “tem um contacto suave e elástico com o solo”. Mas é a sua postura na bicicleta que a torna identificável entre milhares. “Na bicicleta, ela transforma-se, é outra pessoa. Não aquela rapariga frágil. Enrola os ombros para a frente, fica assim corcunda, naquela posição nada feminina”, descreve Licínio com admiração. “Geralmente as mulheres não andam assim de bicicleta”.
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Com estas características, em 2006, aos 21 anos, Vanessa ganhara mais medalhas do que qualquer outra atleta da sua idade. Quando chegava a uma prova, todos esperavam que ganhasse, e isso fez nascer nela um sentido de responsabilidade. Não podia perder. E não perdia. Mas a pressão foi crescendo. Tinha à sua volta os jornalistas, os patrocinadores, os treinadores, a família, o país inteiro. Ela não podia decepcionar. Era preciso fazer mais. Havia o Campeonato do Mundo, os Jogos Olímpicos. Os objectivos eram cada vez mais ambiciosos, desmesurados. Era preciso ser a melhor do mundo.
Vanessa superava-se. Estava cada vez mais em forma, cada vez mais rápida, cada vez mais magra. E adoeceu. “Eles precisam das medalhas, por isso não reconhecem que uma pessoa está doente”, diz Maria Areosa. “Ela era a galinha dos ovos de ouro”.
Publicamente, não reconheceram. Mas, segundo o presidente da Federação, detectaram a doença, em 2006. Contactaram o médico do Benfica, e “Vanessa começou a ser tratada com as estruturas médicas da Federação”, diz José Luís Ferreira. “Foi assistida por uma equipa médica. Mas foi um fracasso”. Depois, “ela quis um psiquiatra. Mas também não resultou”.
Mantiveram o problema em segredo, e Vanessa continuou a participar em todas as provas, como se nada se passasse. Nesse mesmo ano de 2006 ganhou 11 competições, entre as quais seis Taças do Mundo. Em 2007 venceu a classificação global da taça do Mundo, em Hamburgo. Nunca trabalhara a um ritmo tão intenso. “Vanessa competiu em Pequim e nas provas anteriores já doente”, diz o presidente da Federação.
“Segundo os médicos, a doença não foi provocada pela prática desportiva, mas era potenciada por ela”, admite José Luís Ferreira. E no entanto não houve qualquer abrandamento dessa prática. Vanessa começou a deixar de ter vontade de competir, mas não a deixaram descansar.
“A doença era evidenciada por factores de pressão”, diz o presidente. A pressão a que Vanessa estava cada vez mais submetida, pelas provas cada vez mais importantes a que concorria. Pelos media, pelos patrocinadores, pelos fãs, e pela obrigação de ganhar.
“Nós entrámos no triatlo porque éramos boas, e alguém nos mandou para ali. Não foi propriamente uma opção”, diz Maria, que em 2004 decidiu abandonar o desporto, durante 4 anos. “Eles sempre acharam que ela ia aguentar, porque ela ganhava sempre”. Mas acrescenta: “Chega uma altura em que é mais fácil continuar do que desistir”.
Vanessa continuou. “Ela é única, é de outro mundo”, diz José Luís. “Não conheço ninguém com a mesma capacidade de inverter uma situação, em horas. Em 2007 ela estava de gatas. Estivemos quase para cancelar a sua participação. Mas depois…”
***
2008 era a grande data. Uma medalha de ouro em Pequim era o sonho de todos, desde o início. Incluindo o de Vanessa, que, desde os nove anos, dormia com um póster de Rosa Mota no quarto. Agora, já não tinha vontade de lutar por esse sonho, mas fazia-o em nome dos outros, dos portugueses.
Nos meses anteriores aos Jogos, sucederam-se os desaires. No Campeonato do Mundo, em Vancouver, ficou em 10º, alegadamente por causa da água fria, e na etapa de Hamburgo desistiu, devido a uma suposta intoxicação alimentar, depois de também ter desistido em Pontevedra, por risco de hipotermia.
Os dirigentes da Federação sabiam que Vanessa estava pior, que o seu problema se agravava, e, em Pequim, tomaram medidas. Não a instalaram na aldeia olímpica, como seria normal, mas numa vivenda que arrendaram em Changping, a 30 quilómetros de Pequim e a 500 metros do local da prova. Ficou ali isolada de toda a confusão, na companhia dos pais, convidados pela Federação. “Ao tirá-la da aldeia olímpica, livramo-la de toda a pressão”, explica José Luís. “Para criar as melhores condições, e para que ela pudesse mostrar todo o seu potencial”.
Havia grande expectativa em relação a um certo número de atletas portugueses. Mas os primeiros dias da sua participação foram decepcionantes. Não houve medalhas. Telma Monteiro e Jessica Augusto não ganharam. O lançador de peso Marco Fortes disse que “de manhã só é bom é na caminha”, para justificar o seu 38º lugar. A última esperança era Vanessa Fernandes.
“Depois dos jogos, não sei o que vai ser a minha vida”, disse ela à mãe, antes da prova.
“Já fizeste o que muito atletas nunca conseguiram, não tens de provar mais nada a ninguém”, respondeu Hermínia. Sabia que a filha tinha de parar. Mas não tinha coragem para lho dizer claramente. Ninguém tinha. “Como podia dizer alguma coisa?” confessa Vânia. “Se depois ela falhasse eu seria considerada responsável”.
Venceslau sentia o mesmo. Quem era ele, para prejudicar uma carreira daquelas? “Tu és uma medalha olímpica. Não posso ser eu a treinar-te. Porque se depois os resultados não aparecerem dizem que a culpa foi do pai”.
Vanessa despediu-se dos pais e partiu para a prova. “Que o Espírito santo te ajude a conseguires o que queres”, disse Hermínia. “Ele vai-me ajudar”, respondeu Vanessa, “mas eu também tenho de querer”. E lá foi, magrinha, os pés a voar sobre o solo num contacto suave e elástico, corcunda em cima da bicicleta, com o peso de um país inteiro sobre os ombros enrolados para a frente.
“É prata, mas para mim vale ouro”, disse à mãe quando voltou. E à irmã confessou: “Eu ganhei esta medalha mas não merecia. Havia outros que a mereciam mais”.
***
Depois dos Jogos, Vanessa perdeu completamente a vontade de treinar e competir. Nunca mais ganhou nenhuma prova. Nunca mais terminou nenhuma, aliás. Confessou mais tarde que fez treinos de duas horas de bicicleta a chorar do princípio ao fim. Correr, nadar, andar de bicicleta tornaram-se num sacrifício.
Mas a frustração pelos insucessos levava-a a querer continuar. Sérgio diz que tentou convencê-la a não ir a certas provas, mas ela insistia. O treinador quis também que ela comprasse uma casa em Lisboa, para sair do CAR, mas isso não foi bem visto pela família.
Em 2009, Vanesa acabou por decidir regressar ao Norte. Depediu-se do Centro do Jamor e de Sérgio Santos. Voltou a casa, para trabalhar com o pai. Venceslau contactou Paulo Colaço, professor na Escola Superior de Desporto, de quem tinha boas referências.
“Se um atleta tem como objectivo apenas render a curto prazo, eu não aceito trabalhar com ele”, diz Paulo, que condena a filosofia de treino aplicada pela antiga equipa técnica de Vanessa. “Depois dos Jogos, ela devia ter parado. É preciso desenhar ciclos de treino, de 4 anos. Provocar abaixamentos de forma, propositadamente. Porque se o abrandamento não for provocado, ele surgirá naturalmente. Há atletas que deixamos de ver, durante um período”. Regressam à forma máxima e à ribalta pouco antes das provas que decidiram disputar. “Há até mulheres que decidem interromper a carreira desportiva para ter um filho, e depois regressam”.
Além desta abordagem, Paulo Colaço atribui ainda grande importância ao factor humano no treino dos atletas. Não basta preocupar-se com o treino físico. O treinador deve também ter sob controlo os factores familiares, sociais e psicológicos do atleta.
Quando iniciou o trabalho com Vanessa, Paulo desenhou uma árvore, que vai completando, cujos ramos eram as várias vertentes do seu problema. Teve reuniões com os pais, com amigos. Acha que nenhuma faceta da vida de Vanessa lhe deve ser alheia.
O método parecia estar a resultar. Vanessa ainda obteve um resultado satisfatório no campeonato de Madrid. Mas era uma ilusão. Vanessa começou a faltar aos treinos. Inventava desculpas. Dizia a Paulo que estava com o pai, e a este que estava com Paulo. Na verdade, saía de carro de manhã e vagueava sozinha até à noite.
Para tentar divertir-se, começou a sair à noite, com a irmã. Mas Vânia percebia que ela não estava bem. Não tinha amigos. Cortou com os de Lisboa, e não voltou a contactar os antigos, de Perosinho. “Ela queria sair comigo e os meus amigos, para disfarçar o mal-estar. Queria distrai-se, mas estava completamente desorientada”.
Vânia tornou-se sua confidente. “Não quero mais o desporto”, dizia-lhe Vanessa, a chorar. “Eu já não ando a fazer isto por nada nem por ninguém. Só quero ser uma pessoa normal, ter um emprego normal”.
As duas, com os amigos de Vânia, iam aos bares de Santa Maria da Feira, à discoteca 4Ever Club ou ao Biba la Noche. Vanessa exagerava no álcool. Bebia de forma incontrolada, mas não se divertia. Numa dessas noites, conheceu H. Apaixonou-se e passou a namorar com ele. Nunca mais saiu com a irmã. Passava os dias e as noites com o namorado, numa relação que Vânia e o resto da família consideravam obsessiva e pouco saudável.
Vanessa e H. decidiram associar-se para comprar o bar onde ele trabalhava. Depois a relação deteriorou-se e o negócio tornou-se um problema para Venceslau resolver.
No início deste ano, após reuniões de Paulo Colaço com a família e responsáveis da Federação de Triatlo, Vanessa anunciou o afastamento da vida desportiva. Decidiu tratar o seu problema de saúde e a federação apoiou-a. Foi encontrado um psiquiatra, depois outro. A instituição onde se encontra actualmente é a quinta tentativa de solução, segundo José Luís Ferreira. Reuniu-se uma equipa multidisplinar de 20 pessoas, paga com um fundo do Comité Olímpico. O dinheiro da bolsa que estava afectado à preparação de Vanessa para os Jogos Olímpicos foi, com o acordo do Secretário de Estado da Juventude e Desporto, convertido num fundo de recuperação da atleta, no valor de 47 391 euros para este ano de 2011.
“O psicólogo responsável assegurou-me que a doença é genética, e que a Federação não tem portanto qualquer responsabilidade”, diz José Luis Ferreira. “Culpados somos todos: amigos, família, Federação, Comunicação Social”. Mas “trata-se de o pagamento de uma dívida. O país deve muito a Vanessa e tem a obrigação moral de a ajudar.
Vanessa está a treinar para os Jogos Olímpicos, mas isso não é condição para que ajuda continue, assegura José Luís. “Não será possível recuperar a atleta sem recuperar a pessoa, mas pode-se recuperar a pessoa, sem a atleta”.
Neste momento, Vanessa está isolada, submetida à autoridade, sem vida própria, dependente, a trabalhar para mais uma medalha. “Sempre foi assim”, lembra Maria. “Sempre a isolaram, sempre viveu numa bolha. Perguntávamos pela Vanessa e diziam que estava a descansar”.»
FONTE: Público
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